Ni el gobierno de los Estados Unidos, mucho menos el de México, calcularon el daño generado a Las Fuerzas Armadas de nuestro país con la detención del GRAL. SALVADOR CIENFUEGOS. Un sector leal a las instituciones, al presidente de la república en turno y solidario con el pueblo mexicano en los desastres naturales y la lucha contra el narcotráfico.
Con la detención del ex Secretario de la Defensa Nacional, los mandos militares se sintieron ultrajados y lastimados en su orgullo. No hay que olvidar que las fuerzas castrenses cuentan con equipos de inteligencia, saben de complicidades entre gobiernos y delincuencia organizada, y tienen en su poder expedientes para señalar quien es quien, tanto en el pasado como en el presente.
En vísperas de abandonar la casa blanca, el presidente DONALD TRUMP, nos manda de regreso a México al GRAL. SALVADOR CIENFUEGOS, quien tendrá que aclarar muchas dudas y tratar de limpiar su nombre. Por su parte las fuerzas armadas como institución deberán esforzarse y cobijarse en la honestidad si quieren recuperar el prestigio y la confianza social. Mientras que la fiscalía General de la República, pasará una de las pruebas más difíciles de su historia.
El próximo inquilino de La Casa Blanca como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, tiene como prioridad sanar las heridas de su país para acabar con la polarización existente. Debe sumar además diversos ingredientes que permitan desarrollar un buen gobierno como es el combate al covid-19, la recuperación económica, acabar con la desigualdad racial y la crisis climática. Pero también tendrá que dar señales de amistad con un país como el nuestro, que ha sido utilizado como su basurero. Mientras que el presidente LÓPEZ OBRADOR, debe aterrizar en la realidad de un mundo diferente al que vivió en sus años de juventud.
Por geografía, historia y amplitud de contactos entre Estados Unidos y México, seguirá siendo de gran importancia la política exterior entre ambos países. Cuan importante y complicada es la relación con nuestros vecinos del norte. Ahí donde mayor es la asimetría, mayor también es la necesidad de asegurar el respeto mutuo y el trato digno entre pueblos y gobiernos.
Más allá de nuestros intercambios comerciales, financieros, turísticos y de seguridad; existe una inmensa red de contactos de toda índole, un movimiento transfronterizo de personas, ideas, bienes y servicios, que a veces parece adquirir una existencia propia al margen de nuestras instituciones. De estos contactos derivamos beneficios mutuos, pero también problemas compartidos.
La migración de trabajadores mexicanos a Estados Unidos es una lacerante realidad, producto del desarrollo dispar entre una economía y otra, estos movimientos cumplen una función importante en la producción y los servicios de los Estados sureños de La Unión Americana y de muchos más a lo largo de ella. También son escape, por desgracia, de las limitadas oportunidades que ofrece el aparato económico de México.
No hay que olvidar que en el centro del problema migratorio, están los trabajadores, y es a ellos a quienes deben responder las relaciones del gobierno de ANDRÉS MANUEL LOPEZ OBRADOR. Ellos son víctimas de la explotación por nacionales que comercian con su ingreso al otro lado de la frontera, enfrentan en Estados Unidos una obscura perspectiva no solo de derechos diluidos, sino con frecuencia violados. Son víctimas de una doble explotación y demandan atención en las negociaciones con el futuro Presidente JOE BIDEN para hacer valer sus derechos como seres humanos.
El tráfico ilegitimo y criminal de drogas corrompe todo lo que toca por la cuantía de los recursos económicos que mueve y su potencia de desintegración social. En esta relación nuestros vecinos del norte ponen las armas y pagan en dólares, mientras que a México le toca poner la sangre y los muertos. La corrupción no reconoce fronteras ni grados de desarrollo en los países que toca.
Su existencia es una agresión, no solo a la salud y a la convivencia, sino a la seguridad de las naciones. Por eso se requiere voluntad, inteligencia y participación de ambos gobiernos para combatir en forma radical el problema en su origen, manifestaciones y secuelas. Los presidentes de México y Estados Unidos, deben ir juntos en esta lucha porque es un asunto de seguridad nacional para ambas naciones.
En la esfera bilateral, el combate al tráfico de estupefacientes debe dar lugar a la más eficaz de las colaboraciones, pero no debe ser objeto del oportunismo político o de la búsqueda de ventajas circunstanciales con la opinión pública. Las relaciones financieras están condicionadas por la evolución general de problemas de la deuda, pero en materia comercial existen márgenes para buscar un mejor entendimiento con el T-MEC, mismo que proporciona las reglas y canales más claros para los intercambios entre México, Estados Unidos y Canadá, y genere condiciones menos restrictivas y menos aleatorias para el crecimiento de nuestras exportaciones no petroleras.
En México hay esperanza de un mejor mañana, pero también hay preocupación por las vagas promesas que a veces confunden. Es momento de decirle adiós a la confrontación entre mexicanos que poco aporta para solucionar los problemas existentes. En el presidente LÓPEZ OBRADOR, existe la voluntad política de transformar al país, ahora le toca reflejarlo a través de acciones claras, transparentes y confiables.