Tres años y 6 días han transcurrido desde que ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, cruzó por primera vez en su pecho la banda presidencial, con la promesa de construir una nueva sociedad. Su bandera es acabar con la corrupción, la violencia y la pobreza.
Durante una hora y veinte minutos detalló cada uno de los planes que habría de desarrollar en seis años de gobierno. A tres años de aquel momento, sus propuestas sociales le han dado un importante respaldo popular apoyado con sus conferencias de prensa mañaneras. El combate a la corrupción ha sido bandera de este gobierno, pero solo en el discurso. Hay varias cuentas por saldar y muchas promesas esperando convertirse en realidades.
El primero de diciembre de 2018, LÓPEZ OBRADOR, fue enfático en su mensaje a la nación, aseguró que no le fallaría al pueblo mexicano y reiteró su intención de olvidar a los funcionarios corruptos de los gobiernos pasados, para no meter al país en una dinámica de fracturas, conflictos o confrontaciones, ya que esto llevaría a consumir tiempo, energía y recursos. La intención no prosperó, y seguimos anclados en el pasado. El discurso oficial habla de actos de corrupción de administraciones pasadas y hasta se usan como bandera para justificar algunos malos resultados. Se hacen anuncios espectaculares sobre personajes corruptos, pero no se castiga como la sociedad espera.
En ese discurso histórico, el presidente aseguró que la corrupción era el detonante de la inseguridad y violencia que padece el país. Ofreció “abrazos y no balazos”, sin embargo, las estadística muestran que esa estrategia no funcionó, a pesar de la creación de la guardia nacional y de mantener al ejército en las calles. También se comprometió a gobernar para todos, pero es evidente que prioriza a los que menos tienen y genera una especie de enfrentamiento entre “ricos y pobres”, entre “chairos y fifís” que en nada ayuda a la unidad y al bienestar del país.
AMLO recalcó que la transformación que lograría en México, lo convertiría en una potencia económica mundial y en un país modelo que demostraría al mundo que acabar con la corrupción es posible, construyendo una sociedad más justa, democrática, fraterna y siempre alegre. Además dijo que pondría en marcha todo un plan de infraestructura que arrancaría con la construcción del Tren Maya en el sureste del país y que edificaría más refinerías para disminuir el precio de la gasolina y así elevar la calidad de vida de los mexicanos. Podríamos recordar muchos fragmentos de ese histórico discurso, pero al compararlos con la realidad nos damos cuenta que aún falta mucho por hacer.
El primero de diciembre de 2018 arrancó la era del presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, hoy, a mitad de su camino, surgen interrogantes que se tienen que valorar con mucha crudeza, sin pasiones y con la mente fría ¿Está cumpliendo el presidente como líder de la nación? ¿Cómo terminará su administración?
De acuerdo a algunas encuestas realizadas por el periódico “El Financiero”, en el arranque de la segunda mitad del gobierno del presidente AMLO, el 34% de los ciudadanos considera que los resultados obtenidos han sido positivos; por el contrario, un 53% se muestra pesimista ante la actual situación económica del país. Lo que refleja la preocupación de la mayoría de la población por la crisis económica que se vive.
A partir del año próximo el poder del presidente comenzará a disminuir y muy probablemente su porcentaje de aceptación ciudadana tenderá a la baja, en esto influye la lucha por la sucesión presidencial, los resultados de gobierno y el desgaste que produce el poder. El pasado no se ha podido enterrar y seguirá vigente, la subordinación de algunos gobernadores se pondrá a prueba y los enemigos políticos surgirán por montones, mientras que ANDRÉS MANUEL empezará a sentir un sentimiento de soledad que acompaña a los presidentes en el ocaso de su mandato.
La inflación, el tipo de cambio, la economía, el desempleo, la inseguridad pública y otra posible epidemia, harán del 2022 un año muy complicado en materia política, económica y social para los gobiernos en todos sus niveles. La población mexicana tendrá que hacer nuevos sacrificios y apretarse el cinturón ante un panorama que se mira complejo a pesar de que se nos diga lo contrario.