La marcha realizada por miles de ciudadanos el domingo pasado en diferentes regiones del país en defensa de la democracia y del INE, no debe echarse en saco roto y mucho menos minimizarse. La lectura lleva un claro mensaje y dedicatoria para gobiernos y partidos políticos que se disputan el poder: por una parte el gobierno federal imponiendo y defendiendo reglas que deberían resolverse mediante el diálogo, sumando y no restando, y por otro lado la oposición supuestamente defendiendo al INE y a la democracia, pero a la vez tratando de sacar raja para lograr más poder.
Mientras que la sociedad queda en el medio volteando para ambos lados y recordándoles que tiene el poder de dar pero también de quitar a través del voto.
México no ha podido alcanzar el equilibrio necesario para avanzar en materia económica, política y social, por el contrario, la pobreza se ha incrementado, el número de desaparecidos avanza desproporcionadamente, el sistema de salud continua siendo deficiente y la educación está lejos de ser de primer mundo como se había prometido.
OCTAVIO PAZ decía, y con mucha razón, que el presidencialismo de nuestro país se parece a la dictadura de la antigua Roma. Es indudable que estamos vivimos tiempos donde los partidos políticos son entes burocráticos de control y manipulación de masas y donde la apertura democrática es costosa, corrupta y un vil engaño.
La lucha por la democracia no está exenta de dificultades, riesgos y conflictos. Además, no se debe olvidar que las generaciones no se definen por su edad, sexo o condición social, sino por sus actitudes, conductas y valores. Si realmente se ama la democracia (como quedó demostrado en la marcha del domingo pasado) se debe encarar la responsabilidad de vigilar que las decisiones gubernamentales sean en beneficio de la población mexicana, aquella que es amante de la libertad, los derechos humanos y la democracia.
El fin del sexenio está a la vista y tiene en su contra una avalancha de problemas políticos, económicos y sociales que convergen en la elección presidencial y en el cambio de gobierno. El panorama ha cambiado en gran medida, nuevas pugnan exhibirán fortalezas pero también debilidades de aquellos que buscarán algún puesto de elección popular en un proceso electoral que será muy diferente a las demás.
El presidente LÓPEZ OBRADOR busca un candidato que merezca su confianza, que le cuide la espalda y que, de ser posible, sea manipulable para ensayar un nuevo maximito. Por lo pronto, AMLO juega con sus “corcholatas”, mientras que la sociedad le recuerda los grandes movimientos sociales que han cambiado la historia de México. Nunca hay que olvidar que el poder así como llega se va.
Diversos temas o reformas constitucionales como la energética, la electoral y la militarización de los cuerpos de seguridad, han entrampado el desarrollo legislativo, han polarizado a partidos y gobierno como dogmas de aplicación eterna y universal o como fórmulas infalibles que han tenido validez en el tiempo y en el espacio en que se produjeron, sin advertir que su valor radica precisamente en que cumplieron, en su momento, con los objetivos planteados, pero al hacerlo abrieron el paso a nuevas realidades y necesidades que reclaman también nuevas concepciones, estrategias y tácticas de acción. Pasando por alto que en virtud de ellos el país pudo liberar su propia energía y su propia inventiva para crear instituciones efectivamente nacionalistas y promotoras de un desarrollo de la sociedad que ahora busca avanzar en la historia para no repetirla. Las condiciones básicas del desarrollo democrático radican en la estabilidad social, la fortaleza institucional, la legalidad y el apego a las normas de respeto, diálogo y unidad.
Los gobiernos populistas generan polarización que a su vez divide a las sociedades. Es por eso que se dieron elecciones cerradas en Perú, Brasil y Estados Unidos. A como se mira el proceso electoral del 2024, eso podría pasar en México, no demos olvidar que la elección presidencial del año 2000 (donde ganó VICENTE FOX) fue el primer aviso que le llegó al entonces “todopoderoso PRI”, posteriormente, ante el descontento popular, el golpe definitivo se lo llevó en las elecciones del 2018 y como dice el dicho “Al buen entendedor, pocas palabras”.