El México del presente y del futuro debe ser celoso vigilante de los derechos y convivencia interna de su población; inflexible en la defensa de su territorio, de su patrimonio, de su gobierno y de su economía gubernamental y social, para establecer metas y medios de alcanzarlas; rechazando esquemas sociales o políticos de importación o populismo que dicen resolver todo.
Convivir y relacionarse de manera constructiva en lo interno y en lo externo, nos ayuda a fortalecernos. Si México quiere ser una nación más independiente, justa y fuerte deberá ser cada vez más democrático.
La democracia no puede ser inventada, mucho menos se debe aceptar la implantación de una concepción política ajena a grandes luchas para poder construirla, ni a desechar toda una filosofía política hecha con tesón y con entrega por el actor fundamental de nuestra historia: el pueblo de México.
En cada página de su historia, el México de hoy atestigua largas luchas y fuertes contrastes que desembocaron en un acto de liberación y autonomía entendidas como independencia nacional, como reivindicación de la soberanía popular, como libertad de expresión, como autonomía política, como republicanismo, en suma, cómo la aspiración de forjar una sociedad de hombres y mujeres con libertad y equidad.
A lo largo de nuestra historia hemos conformado una concepción de la democracia que ha sido capaz de recoger valores universales de justicia y libertad, por ello, este 2024 debemos defender y fortalecer la democracia de México, dónde, indudablemente, abunda el populismo.
Recientemente el expresidente Ernesto Zedillo, participó en un panel organizado por el banco Actinver, donde señaló que los liderazgos populistas, como los que han emergido en América Latina y México, se pronuncian a favor de la democracia pero una vez que llegan al poder buscan erosionarla eliminando a los pesos y contrapesos del poder público y a los organismos autónomos. Además apuntó que este tipo de administraciones han llegado al poder por las fallas de políticos del pasado.
Es indiscutible que la democracia electoral mexicana debe ser un proceso inacabado, en evolución, con perspectivas abiertas por la voluntad de las mayorías y con capacidad de adaptarse al cambio que su propia acción genera.
En Sinaloa, los gobernantes y la clase política en general, deberán entender que la manera de ejercer el poder y las formas de llegar a él, son muy diferentes a las del pasado. El revanchismo político, la compra de votos, los acarreos y las amenazas deben ser desterrados y enterrados del país que anhelamos ser.