En México, los grupos de gran poder político-económico y los poderes fácticos están dispuestos a todo con tal de lograr el poder y eso quedó demostrado desde el asesinato del presidente ALVARO OBREGÓN.
México es un país lleno de inseguridades, carente de unidad nacional y con una democracia muy cuestionable. El cobarde asesinato del candidato presidencial del PRI, LUIS DONALDO COLOSIO, mató los sueños e ilusiones de muchos mexicanos que veían en él a un hombre sediento de justicia social. Desde entonces nuestro país ha vivido tiempos muy complejos en materia económica y grandes desigualdades sociales, donde la lucha por el poder no da tregua y todo es válido más no ético para lograr la silla presidencial, gubernaturas o alcaldías. La polarización existente, los mandos militares en materia de seguridad, el brincar de un partido a otro, la influencia del crimen organizado en asuntos públicos, entre otras cosas, prenden focos de alerta y no auguran nada bueno.
Actualmente, la sucesión presidencial de 2024 ha generado mucha pasión, se gastan sumas millonarias en publicidad, encuestas y conformación de estructuras por todo el país; con precandidatos que como aspiradoras recogen de todo, entre ello basura de políticos reciclados y cuestionados por actos de corrupción.
Por el momento el presidente, ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, tiene el control de sus “corcholatas” CLAUDIA SHEINBAUM, ADÁN AUGUSTO LÓPEZ Y MARCELO EBRARD. Pero ¿Qué pasará si MARCELO no es el agraciado con la candidatura presidencial? ¿Se disciplinará como lo hizo en el 2018 o correrá por la libre? ¿Qué rol jugará RICARDO MONRREAL, aguantará vara y se disciplinara al mandato presidencial para ver si le toca reintegro con su relección por el Senado o el gobierno de la Ciudad de México?
No hay que olvidar que el mandato constitucional del presidente de la república en turno tiene fecha de caducidad, y así como llegan se van, salvo que busque y logre su reelección. También hay que sumarle que el poder desgasta y que MORENA esta convertido en madriguera de una especie de mil colores donde se devoran unos a otros. La silla presidencial da poder pero también contagia algunos males como la ingratitud, los mareos de poder, cambios de estados de ánimo y de personalidad.
Los partidos de oposición a MORENA y aliados, no están en su mejor momento a pesar de que el tricolor fue factor de unidad, progreso y bienestar después de las luchas armadas de 1910. Fue a partir de 1968 donde el presidente GUSTAVO DIAZ ORDAZ tuvo que lidiar con los fantasmas de Tlatelolco. El 68 lastimó a DÍAZ ORDAZ, pero también a su partido (PRI) que le sirvió de aval y lo llevó al poder, sufrió desgaste, desconfianza social y carencia de liderazgos. Actualmente la dirigencia del PRI, tanto a nivel nacional como estatal (Sinaloa), no se ha dado cuenta o sufre de amnesia que las tenciones, preocupaciones y dolores contemporáneos e históricos que han causado sus gobiernos han decepcionado a la sociedad. El PRI de hoy, no solo se deshace en adulaciones inverosímiles al presidente LÓPEZ OBRADOR, sino que aprueba leyes que combatió en los gobiernos del PAN: “la militarización del país”.
Gran parte de la sociedad mexicana se encuentra inquieta y preocupada por la elección presidencial, por la polarización existente, por los altos índices de inseguridad, por la inflación y por la atonía o estancamiento productivo. Mantiene la esperanza de que el nuevo gobierno que entrará en funciones el 1 de diciembre del 2024, traiga nueva luz, sea factor de unidad social, confianza a la inversión, factor de equilibrio entre los intereses políticos en disputa y nos llene de bienestar. La población mexicana quiere un presidente que no pretenda hacerla de todo, que delegue responsabilidades, que se justo, congruente, que no viva en un palacio y sobre todo que no se sienta un rey.