Es evidente que el modelo de desarrollo político y social de México debe mejorar y no ser usado como bandera electoral. Quizá pensando en esto el gobernador, RUBÉN ROCHA MOYA, impulsa el programa “Transformando Comunidades” el cual inició en su natal Badiraguato. Este es un proyecto visionario, con medidas a largo plazo, que implica riesgos y se adapta a la política presidencial de primero los pobres, generando una esperanza para acortar la distancia entre pobreza y bienestar.
Las condiciones de vida de las mayorías se han demeritado y algo se tiene que hacer para evitar problemas mayores y descontento popular. En el gobierno de ROCHA MOYA emergen nuevas ideas, pero también afloran vicios del pasado, hay nuevos rostros en su equipo de trabajo pero también otros muy cuestionados cuya ideología choca con las ideas transformadoras, toda vez que representan intereses de grupos muy visibles en lo político-económico. Todo esto convierte al gobierno del Estado en una capirotada de mil colores.
Los gobernadores que ha tenido Sinaloa en los últimos tiempos han sabido enfrentar y adaptarse a las circunstancias del momento, algunos con habilidad y otros con torpeza. Cada uno de ellos por necesidad de independencia política acentuaron las diferencias entre el bien y el mal, cacaraquearon el huevo y bailaron al ritmo que les marcó la federación. Al final de cada periodo sexenal, la carga emocional de quien se va aumenta por la nostalgia de perder el poder, por el abandono de muchos que se dijeron sus amigos y por todos los problemas que quedaron sin resolver.
ROCHA MOYA se encuentra en la cúspide del poder, todavía está disfrutando del bono democrático y tiene toda la atención presidencial. Sin embargo, dentro de poco sufrirá el abrupto sube y baja del termómetro social y los altos grados de temperatura política que provoca la sucesión presidencial y la lucha por las diversas candidaturas a puestos de elección popular. Además, llegado el momento, tendrá que enfrentar la difícil situación de dejar de ser gobernador para convertirse en un ser humano libre de la aclamación popular y a la espera de ser juzgado por la historia.
El gobernador y muchos de los dignatarios de su círculo mágico (al que se agregaron algunos políticos astutos) deben entender que el clamor popular sigue siendo lograr “el cambio” por el que miles de personas votaron. Un cambio real en todos los sentidos y no solo apariencias como parecen ser algunos actos de gobierno.
Son muchas las cosas que hay que mejorar, pero también son muy visibles las mañas, complicidades y vicios que impiden lograr ese añorado cambio. Las dudas comenzaron cuando el gobernador ROCHA MOYA subió al tren de la 4T a personajes como MAYRA GISELA PEÑUELAS, ADOLFO ROJO, ALEJANDRO HIGUERA, ROBERTO CRUZ, FERNANDO PUCHETA, MARGARITA VILLAESCUSA y tantos otros identificados con grupos caciquiles de gran poder político y económico de Sinaloa que abiertamente representan intereses de AGUILAR PADILLA, MARIO LÓPEZ VALDEZ, JSM, QUIRINO ORDAZ y otros tantos que han exprimido a Sinaloa ¿Será tanta la pobreza política de MORENA que no le da para perfilar cuadros de calidad en la administración pública o designar a personas libres de intereses políticos?
La modernización de cualquier administración pública es responsabilidad de todos, principalmente del gobernante en turno y su equipo de colaboradores. Es necesario cambiar para fortalecer la calidad de los servicios públicos, salud, seguridad, educación, la base social, la participación, la democracia y sobre todo cumplir los postulados de la 4T “No robar, no mentir y no traicionar”. El gobernador, RUBEN ROCHA MOYA, no debe caer en agobios y mucho menos pagar viejas facturas políticas con cargo a la sociedad que se gobierna. Como candidato ofreció un cambio transformador que daría vida a un renovado pacto federal. Recibió de su antecesor un Estado con una difícil situación económica y social; controvertidas acciones como estadios de futbol y beisbol
“reconstruidos” con recursos públicos y un edificio adquirido a la empresa HOMEX caro e inoperante. En fin, existen desequilibrios estructurales acumulados a lo largo de muchos años, se añaden los problemas de la deuda y un sector público sin los suficientes recursos para hacer frente a cientos de necesidades de la población. Una situación nada fácil.