En los sistemas políticos como el nuestro, la lucha por el poder implica un delicado proceso que por su propia naturaleza provoca conflictos de diversa intensidad con ciertos niveles de agitación, pasión, intolerancia y hasta violencia. Por todo esto, hasta cierto punto resulta comprensible, mas no aceptable, la ambición que despierta por lograr el poder a costa de lo que sea.
Como sociedad, resulta conveniente reconocer ese riesgo y enfrentarlo con responsabilidad, tomando precauciones que permitan reducirlo dentro de lo posible. De hecho, en Sinaloa hay ocho opciones por la gubernatura, otros tantos por alcaldías y diputaciones sin que importe si representan una real competencia, por ello seguimos siendo testigos de una democracia incipiente y por lo mismo, vulnerable. Se está viviendo una lucha por el poder tensa y conflictiva, donde contarán los resultados de la vacunación, las propuestas, el precio de los combustibles y el alcance de los programas sociales.
En la contienda electoral que se vive en Sinaloa existe de todo. Hay hombres y mujeres ambiciosos y sin escrupulosos decididos a quitar, por cualquier medio, los obstáculos que se interponen para conseguir y preservar el poder; tenemos candidatos que presumen de ser austeros y honestos cuando en realidad son todo lo contrario; pero no se puede negar que también existen honrosas excepciones de personas que están dispuestos a servir a los demás.
Ante todo esto, se puede decir que seguimos lejos de tener reglas claras que delimiten las formas en que se puede acceder al poder para evitar que se desaten conflictos y guerras declaradas entre adversarios, contaminando aún más la actividad política y frenando una supuesta democracia donde sigue imperando el dedazo.
En Sinaloa los partidos Políticos, organizaciones sociales, empresariales, institutos electorales y candidatos a puestos de elección popular, están obligados a respetar las reglas del juego, a participar con civilidad y generar ideas con propuestas para lograr confianza ciudadana, donde los gobiernos en sus tres niveles no metan la mano.
La fórmula política adecuada para brindar un mejor gobierno, será aquella que sume, no que reste, la que tenga los pies en la tierra, la que pueda obligar a los perdedores a aceptar su derrota, la que logre ofrecer las mejores propuestas y esté cobijada por personas experimentadas y honestas. De lo contrario tendremos gobernador, alcaldes y diputados sobre bases imaginarias que buscan el poder para servirse y no para servir.
El gobierno actual del presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, no ha podido levantar significativamente la confianza, anda entre claroscuros de apoyos y confrontación como si anduviera encampañado. La legitimidad electoral con la que alcanzó la presidencia es perseguida por los fantasmas de la inestabilidad política. Una buena parte de la sociedad considera que los errores y zigzagueos políticos del presidente son la causa de que el país se encuentre dividido entre “buenos y malos”. Aun así, llegue quien llegue a gobernar Sinaloa, tendrá que coordinarse y alinearse a la política de la 4T. Así sucedió en su momento con los gobiernos de JUAN S. MILLÁN, JESÚS AGUILAR PADILLA, MARIO LÓPEZ VALDEZ y actualmente con QUIRINO ORDAZ COPPEL, no sueñen con un divorcio entre el gobierno federal y el Estado.
Es tiempo de mesura y no de triunfalismo electoral, México y Sinaloa requieren fortaleza en sus instituciones ante la fragilidad económica que se vive por la pandemia provocada por el covid-19, la inseguridad pública y el desempleo.
Este proceso de cambio en la gubernatura, alcaldías y diputaciones es distinto a los demás. Todo indica que el poder desgasta, pierde capacidad de control y convocatoria con diversas fuerzas políticas y sociales. Esto nos está llevando a una situación creciente llamada “vacío de poder”, que se acentuará en la entidad porque algunos alcaldes y diputados han abandonado sus responsabilidades para buscar la reelección, mientras que el gobernador QUIRINO ORDAZ COPPEL pierde fuerza y espacios de poder.
Actualmente la disputa por la gubernatura sigue en dos canchas: la apoyada por la 4T, que lleva como candidato a RUBÉN ROCHA MOYA y la conformada por la coalición “va por Sinaloa” que arropa al candidato MARIO ZAMORA. Por el momento, ninguno de los dos tiene garantizado su triunfo, por lo que aún no pueden fungir como nuevo eje de ordenamiento político, toda vez que ambos se encuentran en canchas opuestas en cuanto a programas e ideologías políticas. El presidente de la República y el gobernador QUIRINO ORDAZ, deben seguir cumpliendo con ese papel hasta el último día de su mandato constitucional, de esa manera ambos podrán mantener la confianza de sus gobernados.
Llegó el momento de abrir los ojos ante los riesgos reales que se viven y otros que se avecinan. Es necesario reflexionar nuestro voto y escudriñar con lupa a los diferentes candidatos a puestos de elección popular para después no lamentar habernos equivocados. El poder está en nuestra credencial de elector, seamos responsables al ejercerlo.