Hay quienes consideran que en México la izquierda no se debe mezclar con la derecha porque se puede contaminar, y además, dicho maridaje no es conveniente. La realidad es que esta “mezcla” obedece al punto medular del proceso político-electoral del 2024 y con ella se pretende acabar con los monopolios de poder del pasado. Sin embargo, el mensaje que están mandando es “quítate tú porque ahora sigo yo”.
La alianza electoral PRI-PAN-PRD que supuestamente se dará en el Estado de México, en Coahuila y en el 2024 para la sucesión presidencial, es como una llave para abrir la caja de pandora o el fracaso de una oposición que no encuentra la ruta para retornar a Palacio Nacional.
En nuestro país los ejercicios democráticos son muy complicados, además las viejas mañas de la política tradicional mexicana se siguen practicando como si no pasaran los años. Siempre se pone énfasis en las diferencias ideológicas, impidiendo un diálogo político abierto que permita poner orden en un país donde no se respetan las formas ni las reglas y todo se vale con tal de lograr el poder.
¿Y cómo poner orden cuando los responsables de hacerlo son quienes dividen, confrontan y cuestionan? El presidente, ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, tiene la rectoría del gobierno y además la responsabilidad (y si quisiera la voluntad) de ser el personero del Estado. Lo que está en juego es el futuro de México y eso no es cualquier cosa. Entonces, ¿Por qué el presidente y la clase política del país (sin que importen ideologías o colores partidistas) no hacen una tregua temporal y convocan a un diálogo nacional para encarar el presente y avanzar al futuro de México? De lo contrario, y si se entiende que la rectoría es la decisión inapelable que pasa por encima de las garantías constitucionales, diríamos que este tipo de presidencialismo podría quedar mitigado dando paso a un presidente ceñido a los dictados personales que no escucha, no dialoga y asume poses de rey.
Si el presidente LÓPEZ OBRADOR quiere trascender en la historia, tendrá que seguir cumpliendo la función del que propone a la comunidad, con mayor seguridad pública, mejores esquemas de Salud, educación de calidad, crecimiento económico, etc. Tal y como lo prometió. La democratización y el bienestar familiar nos llevarían a respetar todavía más la figura presidencial y fortalecería su proyecto transformador.
El mejor gobierno es aquel que no distingue colores partidistas, aquel que respeta los derechos humanos, que gobierna bajo banderas justas, que escucha al pueblo que gobierna, el que encausa los destinos de la nación a rutas de progreso y que termina su responsabilidad con las manos limpias y la frente en alto.
La marcha nacional del día de ayer convocada por el Presidente LÓPEZ OBRADOR en apoyo a su figura y la iniciativa de ley en materia de reforma electoral, pero bajo el argumento oficial de cumplir cuatro años de gobierno, refleja, entre otras cosas, que millones de mexicanos son fáciles de manipular, y nos hace recordar los tiempos del presidencialismo de los años setentas, ese del todopoderoso PRI. Ahora solo basta esperar si el gobierno del presidente AMLO ha sido afectuoso con su pueblo y el pueblo es correspondido.
No se puede lograr la 4T cuando se encuentra roto el clima de la moralidad social, no hay que esperar que la población tenga una moralidad innata si no tenemos una estructura sólida de enseñanza moral por parte de nuestros gobernantes. La sociedad mexicana busca en sus dirigentes mejores conductas, que ofrezcan a la ciudadanía ejemplos y quizá hasta paradigmas de conducta equivalentes a los de los grandes héroes nacionales.
Hoy solo nos quedan los ecos que dejó la marcha del día de ayer, misma que inició en el Ángel de la Independencia y cerró en el Zócalo de La Ciudad de México, donde se dieron cita personajes que detentan el poder en el país, tomaron pase de lista y se mostraron listos para arropar a quien AMLO designe como candidato presidencial en el 2024 enarbolando los ideales de la 4T, y por supuesto que Sinaloa dijo presente.