En México el covid-19 ha dejado dolor, luto y frustración. También ha desnudado la realidad existente: crisis económica, crisis en materia de salud, división, confrontación política, impunidad, corrupción y la propuesta en materia energética del gobierno de la 4T de fortalecer monopolios como CFE y PEMEX que son grandes lastres que no permiten avanzar.
También preocupa la salud del Presidente que quiérase o no repercute de muchas formas en el país. Para nadie es desconocido que México padece pobreza, desempleo, inseguridad y otros conceptos que se han heredado y se suman por la falta de recursos económicos y voluntad gubernamental. Guste o no le pegan al presidente, a gobernadores, partidos políticos y afectan a la sociedad, pero también exhiben con crudeza a gobiernos anteriores.
La corrupción sigue siendo un gran negocio, en ella hay demasiados intereses que proteger, negocios que cuidar, irregularidades que solapar, cuentas bancarias que esconder, bienes raíces que ocultar y pactos que preservar. Los gobernadores salientes buscan heredar su gobierno a alguien que les cubra la espalda. Para ello, ponen estructuras y recursos públicos a disposición de campañas políticas para generar pactos que no se ven, pero se sienten, como los del 2016 en Sinaloa.
Todo lo anterior nos lleva a preguntarnos si esto obedece a una crisis de los políticos que nos han gobernado, si la crisis es de las instituciones o de la sociedad misma. Esto es el fondo de todo ¿Qué está pasando en México y qué pasa con la sociedad?, ¿Qué pasará a futuro?, ¿Qué tenemos que hacer como ciudadanos para mejorar?
ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, fue un buen candidato que luchó por la democracia y justicia social; en la elección constitucional del 2018 logró más de 30 millones de votos. Ya como mandatario a dos años de administración existe esperanza en su gobierno, pero también descontento nacional. Su gabinete es cuestionado por su bajo perfil y por estar integrado por lastres políticos que provienen del PRI, PAN, PT, VERDE y PRD; otros son opacos, omisos y de poca ayuda para el ejercicio presidencial de LÓPEZ OBRADOR. Esto en política y en vísperas de entrar de lleno al proceso electoral del presente año significa la necesidad de cambiar las piezas que no funcionan por encima de intereses personales o de grupos.
El presidente no es el único responsable de lo que está pasando en el país y aún tiene posibilidades de revertir las críticas en su contra, pero debe hacer un alto en el camino, aprovechando que el covid-19 lo mandó a guardar sana distancia. En su aislamiento debe reflexionar sobre la manera de sacar adelante al país. También debe preguntarse ¿Qué pasa en MORENA y que se tiene que hacer para limpiar la casa que le sirvió para llegar al poder?
La prudencia y buen juicio deben de imponerse en el gobierno, pero también en la sociedad. No se vale que las campañas electorales sirvan como pretexto para destruirnos unos a otros, que no se caiga en la irresponsabilidad de criticar por criticar, de injuriar con perversidad. Debemos asumir compromisos en pro del país y nuestro Estado. Dimensionar solo lo malo sin apoyar propuestas positivas no nos lleva a nada bueno. Es hora de la reflexión nacional, de buscar un mejor futuro donde impere la concordia, la unidad, la tolerancia y la participación.
Sinaloa requiere de partidos políticos democráticos, alejados de intereses que los han dominado y que han servido de madrigueras temporales de los trapecistas del poder. Pero también de otros que dicen sudar la camiseta y que han hecho de la política el camino más fácil para acumular riquezas.
La modernización de los partidos debe ser una tarea colectiva, avanzando hacia un renovado Pacto Federal. Tomando conciencia de que con voluntad democrática, con una mejor división de poderes y con un un mayor peso de las legislaturas federales y locales se lograrán grandes cosas.
La sociedad civil demanda mayores espacios de participación, reconociendo la responsabilidad que ello implica, tomando en cuenta que los puestos de elección popular son para servir a la sociedad y no a intereses ajenos a ella. Los valores demandan hoy un auténtico ejercicio de nuestra libertad política; nuevas y mejores modalidades de conciliación y negociación; formas benéficas de encuentro entre los grupos, entre los sectores, los poderes, los ciudadanos. Es una cultura de la ley, del respeto, la tolerancia, la autocrítica, del cambio y claridad histórica.
Es necesario comprometernos para conducir el cambio que la nación demanda o retornar al pasado que muchos siguen añorando. Debemos evitar el exacerbamiento de los conflictos, los abusos de poder, la intolerancia y el uso de recursos públicos para favorecer candidatos o al poder mismo ¿Se podrá? ¿O tendremos que seguir lamentándonos y agachando la cabeza?