El ex presidente FELIPE CALDERÓN, en su reciente libro escribió: “Gobernar es decir. No es ni remotamente algo simple. En las decisiones que se toman, sobre todo como Presidente de la República, lo que está en juego es el rumbo de una Nación y las condiciones de vida de decenas de millones de personas, seis años para tomar decisiones, no solo las más importantes, sino las más difíciles, aquellas que nadie más quiere tomar”. “Gobernar también es el punto de encuentro entre grandes dilemas éticos. Eso, claro, si lo que se pretende es gobernar con principios y valores que, siendo abstractos y generales tienen que aplicarse a la dura, concreta realidad de los problemas Nacionales”.
Esto es como un espejo de la realidad que enfrenta el presidente LÓPEZ OBRADOR. A quien no se le puede culpar de todos los males que padece la población mexicana, pero tampoco puede evadir los compromisos que adquirió como candidato presidencial. Ojala su gobierno sea de lo mejor por el bien de la Nación y de todos nosotros.
El cambio de signo y perfil en un gobierno provoca arrebatos, exigencias, reclamos y descomposición en la consecución de intereses. Eso es lo que está pasando en el país. Todo mundo quiere algo diferente de un día para otro del presidente, cuando este fue electo por seis años y en ese periodo está obligado a dar los resultados.
Para empezar, la gobernabilidad está asegurada porque hay un gobierno legítimo; los tres poderes están constituidos, sin embargo, el presidente tendrá que cuidar lo que dice y lo que hace, principalmente al enfrentar una grave crisis económica; el sector educativo tuvo que seguir su marcha aprendiendo en casa; la Seguridad Pública se encuentra en color rojo; la convivencia social fue trastocada por el covid-19; las libertades de expresión y de libre tránsito en muchos casos están limitadas. En pocas palabras, el presidente está obligado a no equivocarse. De lo contrario ganarían los fantasmas del pasado y con ello tendría que decirle adiós a su 4T.
En todo lo anterior juega un papel preponderante la percepción y participación ciudadana, esta será, en su momento, el mejor juez que habrá de calificar su gobierno. Pero esa percepción ciudadana se gana con la confianza de buen gobierno que se apoyó en el bono democrático ganado a toda ley por LÓPEZ OBRADOR. Un bono democrático que no le alcanzará al Presidente para mantener su buena imagen durante todo el sexenio, a pesar de su dimensión e importancia. Mucho menos si hay incongruencia en lo que dice y hace en su gobierno.
El comparativo que hay del gobierno actual con los gobiernos anteriores, le ayuda al presidente, pero el cambio que prometió, tendrá que lograrlo para evitar presiones en su contra y con ello avanzar en la consolidación del cambio en materia administrativa, economía, obra pública, salud, educación, agricultura, recreación, combate a la corrupción, deporte, seguridad y confianza en la inversión. Acciones y programas que tendrá que practicarlas por todo el país y no solo en los Estados del sureste que gozan de su preferencia.
Las controversias que han forjado algunos medios de comunicación; más la perversidad de personajes y grupos políticos y empresariales en relación al ejercicio gubernamental del presidente LÓPEZ OBRADOR, lo obligan por su investidura, a dejar atrás confrontaciones estériles al pasar la mayor parte de su tiempo como los boxeadores en el ring, aguantando y peleando. Su gobierno debe ser factor de unidad, de ejemplo, de transparencia y respeto a la ley, apoyado por todo aquel que aporte algo positivo a su gobierno y al país. Pero también debe ser tolerante y respetar las voces que no comulgan con su forma de gobernar.
Es claro que la seguridad pública representa uno de los principales retos de su gobierno, pero también para la sociedad misma. La problemática de la violencia no disminuirá con más armas, patrullas o militarizando al país. El hecho de que se controle la impunidad, más la implementación de la “Guardia Nacional” y las estrategias a seguir por su equipo de seguridad de abrazos y no balazos tampoco son la solución. En ello se requiere mucha planeación, mente fría, mejor educación, civismo, valores en la sociedad y aplicación de la ley.
El presidente no debe ser vocero de la Fiscalía General de la Nación, tampoco de la Suprema Corte de Justicia, y es injustificado querer sujetar a sus caprichos al poder legislativo. Tolerancia, visión, propuesta y estrategia deben ser las líneas de acción presidencial. Lo otro sale sobrando y confronta a la sociedad.
El paternalismo disfrazado de programas sociales sigue siendo la justificación de todo gobierno ante el fracaso del combate a la pobreza, con ello se corrompen conciencias, ayudan a manipular en lo electoral, son generadores de más pobreza e invitan a la pereza. Es como un cuento de nunca acabar solapados por la corrupción y malos gobiernos.
Se construyen cuartos de 4×4, donde el beneficiario no aporta ni el saludo; se otorgan paquetes de materiales que muchas veces son vendidos por los beneficiarios y siguen pidiendo más; la mayoría de los recursos de las becas estudiantiles sirven para comprar celulares de marca o lo que es peor terminan en manos de expendedores de cerveza; mientras que los jóvenes construyendo el futuro, le temen a un futuro incierto al saber que su “empleo” es temporal y no les garantiza tranquilidad duradera; mientras que el sector pesquero sigue padeciendo pobreza, alcoholismo y drogadicción.
Ciertamente se necesitan ampliar los causes de los apoyos y la participación social por parte del Estado, para que se siga construyendo una sociedad más fuerte, unida, mejor organizada y representada; pero se necesita también fortalecer democráticamente al Estado y modernizar su andamiaje institucional donde el ciudadano deje de ser pordiosero y carne de cañón electoral.
En la actualidad no debe gobernar el neopopulismo y la política de la veneración del pasado, eso debe quedar atrás. La pretendida Transformación que busca el presidente LÓPEZ OBRADOR, es muy parecida a otras que en su tiempo tuvieron un gran poder de transformación, pero que hoy, ante los nuevos problemas que se suman a los heredados, no fácilmente dará resultados.
La complejidad de la estructura social, las aspiraciones de las nuevas generaciones, las limitaciones económicas, entre otras cosas, conforman una bomba de tiempo que hay que desactivar, si no se quieren males mayores. Ejemplos sobran. Lo que más deseamos es que le vaya bien al señor Presidente.