Decía SALVADOR NOVO que “en México la Historia se mide por un sistema métrico sexenal y por presidentes”. En ese sentido cada presidente que asume su responsabilidad como tal, imprime un estilo distinto, pero a medida que la sociedad sea más responsable y conocedora de sus derechos y obligaciones, con mejor nivel de educación y bienestar familiar, los gobiernos en sus tres niveles serán menos radicales, menos extremistas y estaremos en menor riesgo de dar bandazos en lo económico, lo político y lo social.
El Estado mexicano, fue el que creó y forjó la Revolución, el discurso revolucionario pasó de moda, desgastado y convertido en cenizas. Nos arrastró el Neoliberalismo por más de treinta años y hoy somos llevados por un proyecto de gobierno denominado 4T.
Al presidente AMLO, a casi un año de su gobierno, le sobra cuerda y algo más. De acuerdo a algunas encuestas como la realizada por el Financiero, siete de cada diez mexicanos aprueban su gobierno y confían en el presidente por su honestidad, sencillez, austeridad y contacto ciudadano. A pesar de los problemas de inseguridad, de los nubarrones en la economía y la manipulación democrática. ANDRÉS MANUEL, está convertido en un Tsunami que rescata de las cenizas a la figura presidencial. Quien tendrá que practicar con el ejemplo para ser líder moral y no terminar como un artificio acumulador de poder.
El presidencialismo en México es un símbolo al que se le fue perdiendo respeto, desgraciadamente se le ve como un sinónimo de grilla, mentiras, escándalos y derroche de recursos públicos, que no ha podido lograr el bienestar y la tranquilad que la sociedad añora. Esto, entre otras cosas, le abonó para que la figura presidencial algunas veces se convirtiera en tiras cómicas y perdiera calidad moral para opinar, como sucede con expresidentes como CARLOS SALINAS, identificado como el demonio y corruptor; VICENTE FOX, el payaso de la política y la lengua suelta; FELIPE CALDERON, que olvida su función de ex y ENRIQUE PEÑA NIETO, quien retrocedió a los años de Jr.
Frívolo, falto madurez política, corrupto y con desorden familiar.
En 1968, se inició una década de movimientos sociales, jóvenes con ideales comunistas o de otro tipo le dieron forma y dirección a un movimiento que terminó en una masacre estudiantil en Tlatelolco. En esa época había símbolos que se respetaban y cuidaban como era el Presidente de la República, el Ejercito Mexicano y la Virgen de Guadalupe. Con una prensa manipulada y controlada, existían grandes redes de complicidades dentro de la política gubernamental.
En esa época, el debate giraba en torno a la conducción económica del país y a la izquierda mexicana. El entonces presidente DIAZ ORDAZ, le entregó el poder a LUIS ECHEVERRIA, quien supo atraer y contaminar a la izquierda, corrompió a la juventud de esa época y puso fin al problema de las guerrillas, dándole auge al populismo creando fideicomisos, empresas del Estado y grandes apoyos a las universidades.
Los gobiernos subsecuentes intentaron, a su modo, captar, ignorar o sintetizar lo que sucedía en el país, abriendo la economía con el Tratado de Libre Comercio (TLC) en el periodo salinista, pero también surgió una sociedad cargada al espectáculo y dispuesta a convertir los eventos de gobierno y las campañas políticas en grandes fiestas populares, sobresaliendo el acarreo, las tortas, las matracas y el chantaje con los programas de solidaridad a pesar de los engaños en promesas políticas pintadas de nacionalismo, donde todo era aplaudir. Era una sociedad viva en partes, dominada en otras, resignada, confundida, aguantadora y corta de memoria, pero también soñadora.
Los cambios ocurridos en 1988, con el desprendimiento de la corriente democrática del PRI, que derivó en la creación del PRD, permitieron crear conciencia ciudadana, el presidencialismo con figura de monarquía y ropajes republicanas se comenzó a derrumbar, pero aun así, la clase política no se acostumbró al debate, a la tolerancia, a la pluralidad y mucho menos a ser generadora de justicia y democracia.
Por todo esto, el presidente LÓPEZ OBRADOR, no debe hacer alarde de triunfos efímeros, mucho menos encender fuegos artificiales y gritar ser el vencedor, cuando aún le queda un largo trecho por caminar. El liberalismo social debe ser aquel que resuelva procesos electorales con limpieza y apegados a la ley, dar libertades políticas plenas, cumplir lo prometido y dejar de andar en campaña electoral para ponerse a gobernar con responsabilidad.
REVOLTURA POLÍTICA
Estamos entre la espada y la pared: la mayoría asumiendo retos y responsabilidades, una minoría abocándose al chantaje, al desorden y la presión a través de los escándalos mediáticos en redes sociales, toma de carreteras, pintarrajeando y destrozando oficinas públicas y de particulares para negociar con quien tiene el poder como está sucediendo a nivel federal. Mientras que a nivel local se da una competencia política donde el objetivo no es promover una mayor conciencia, si no quitar a quienes gobiernan y no se dejan manipular, para imponer incondicionales y que todo siga como en el pasado. . . ROMERO DESCHAMPS, el otrora poderoso dirigente del sindicato petrolero, se encuentra en el ojo del huracán y sentado en el banquillo de los acusados. . . Truenan
empresarios contra las reformas aprobadas para tipificar la facturación apócrifa como delito grave y
ligado al crimen organizado.
Mi siempre estimado y amigo Carlos Noé:
Efectivamente el desgaste de la figura presidencial ha tenido -y tendrá, porsupueso- un acto desgastante en función de la actividad o inactividad política. Uno de los mayores riesgos en el desgaste de la figura presidencial actual -a mi juicio- lo constituye la excesiva carga de información a la sociedad. Con esto me refiero a que todas las mañanas durante el transcurso de la semana sale el Presidente junto con algunos miembros de su gabinete a informar sobre el estado que guardan algunas de las Secretarías de Gobierno y los problemas sobre los que se está actuando. Acostumbrados a la desinformación, hoy en principio pudiera llegar a darnos gusto, pero llegará un momento de «infoxicación» en que esto se pudiera convertir en un hartazgo. Esperemos que no sea así.
Un abrazo fraterno…Bien vale la pena un suculento y apetitoso cafecito para seguir charlando…