Uno de los principales compromisos de campaña de ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR y de muchos otros candidatos de diversos partidos políticos, ha sido acabar con la impunidad y la corrupción en México. Compromiso difícil de cumplir, cuando el propio sistema que nos ha gobernado es quien estimula la corrupción, el soborno, la confabulación, la obtención de grandes ganancias por la otorgación de millonarios contratos en la obra pública, en la compra de medicamentos y concesiones desventajosas para la nación. La alternancia del poder solo ha servido para cambiar de siglas políticas para gobernar, más no para acabar con las mañas y los malos manejos. Es como un ritual que sigue vigente y puntual “Quítate que ahora voy yo”.
El presidente LÓPEZ OBRADOR, desde el mismo momento que tomó posesión del cargo, inició una revolución “disque” con la idea de transformar al país, cuando este se encuentra agrietado en sus cimientos y carcomido por la corrupción, la violencia y la injusticia social. A más de año y medio de gobierno ha imperado la “política del poder”. El mayoriteo legislativo y las mañaneras ayudan a dividir y confrontar. Los principios de la 4T reflejan fisuras, confusión y el panorama por venir no es nada halagador.
En la política del poder, el derecho y la moral se encuentran subordinados; bajo su férula, las relaciones entre sectores se conforman de acuerdo al peso e influencia de cada uno de ellos, a las respectivas capacidades de presión, organización e intereses. El poder de cada uno de ellos radica en su capacidad de imponer sus condiciones siempre y cuando no lastime y contradiga al señor que gobierna desde Palacio Nacional. En la política del poder toda transacción tiene tras de sí la amenaza directa o silenciosa, franca o disfrazada que nos guste o no tiene repercusiones en lo político, social y económico.
La lucha por el poder en México no da tregua, se mueve en permanente competencia en las alianzas para tranzar, destruir y vencer, en la repartición de zonas de influencia donde existen diversas posiciones políticas que se pueden dar, negociar o pactar: el realismo, la conveniencia y el idealismo que persigue la vigencia de principios abstractos que está divorciada de la práctica.
Algunas empresas del Estado como PEMEX y CFE, son ejemplos de vastas posibilidades para la ganancia personal y la manipulación política. México desarrolló una estructura de empresas de propiedad gubernamental que hicieron inevitable la corrupción que tomó muchas formas de exhibirse: nepotismo, sobrevaluación de ventas y compras, la posibilidad de ser parte de empresas relacionadas, de tal manera que los beneficios continúan sin que importe quien gobierne el país.
Durante años fue posible mantener sometidas a poblaciones enteras con la sola presencia policial, ahora ya no lo es. La fuerza policiaca es sustituida por el control del crimen organizado en diferentes regiones del país. La política de la fuerza y el miedo debe ser sustituida por la política de la cooperación, que no subordine al derecho y la moral. Una política nacionalista que no oponga, sino sintetice un auténtico realismo con un idealismo humanista, que oriente hacia la concordancia de intereses nacionales. Seguida también de una política internacional de cooperación. El mundo ha llegado a un grado tal de interrelación e interdependencia que solo el desarrollo compartido podrá mantener el equilibrio global.
La descolonización política ha dado origen a la multiplicación de Estados que producen cambios cualitativos en las relaciones mundiales. La cooperación se da como una necesidad. Han proliferado las agrupaciones regionales y también las agrupaciones de productores en defensa de sus intereses. Pero la “Cooperación” que se ha venido estructurando dista mucho de ser integral. Ha sido de pequeñas concesiones que en el fondo dejan incólume la política del poder y solo sirven para fortalecerla en beneficio de unos cuantos.
México como país, requiere una verdadera revolución del derecho, de principios con valores que den forma a una autentica cooperación y transformación social. A la luz de los momentos históricos que se viven, fijando de manera indubitable las condiciones para la interrelación justa y pacífica de las regiones de este bello país que es nuestro México querido.
La población mexicana necesita libertad no libertinaje, unidad, educación de calidad no simulada, bienestar, tranquilidad, cultura, salud, civismo y honestidad. Lo que nos han dado a la fecha son artimañas para entretener, aspirinas para aliviar transitoriamente problemas añejos y cancerosos. El día en que en cada ejido, en cada comunidad, en cada ciudad y en cada Estado los ciudadanos tengan la libertad para escoger a sus candidatos a puestos de elección popular, reflexionando el voto, ese día habrá democracia. Lo demás es engaño vestido de simulación. Ciudadanos convencidos de proyectos de Nación, no mentes manipuladas y compradas.
Una sociedad libre es una sociedad que está compuesta por individuos no por una masa. Una sociedad libre es una sociedad en la que cada quien debe conocer sus derechos y obligaciones, respetando el mismo derecho de todos los demás. Los principios no se legislan ni se inventan, solo se practican, se heredan y se mejoran. Los liderazgos se hacen, no se inventan, mucho menos se fabrican de un día para otro. En fin, hay mucho que hacer y en que pensar. Solo el que carga su cruz sabe lo que pesa. ¡Que tengan un excelente fin de Semana!