Han pasado tres años de gobierno federal, dos años de pandemia y hemos padecido mil cosas más, ya es hora de levantar la voz para decir “YA BASTA DE CONFRONTACIONES”, de vernos como enemigos cuando viajamos en un mismo barco llamado México. Hasta cuando llegará la madurez ciudadana para asumir las responsabilidades plasmadas en la Constitución. ¿Dónde quedó el juramento presidencial de gobernar con justicia y para todos? Necesitamos un presidente que sea factor de unidad, que se gane el respeto nacional, un líder que encause a puerto seguro nuestras inquietudes y que no sea un hombre que detenta el poder sin tomar en cuenta la opinión de los demás.
Se requieren comunicadores que cumplan éticamente su tarea y no que sean gatilleros del poder. Hay que borrar temporalmente de nuestro vocabulario a las mafias del poder y promover la justicia y rendición de cuentas. ¿Hasta cuándo dejaremos de alentar ideas de confrontación entre neoliberales y conservadores, de comparar el pasado con el presente sin apostarle a un futuro mejor? Debemos resolver con unión, civilidad y tolerancia todo aquello que nos aqueja como sociedad y no estar como perros y gatos.
Hay que hacer una pausa que nos permita prepararnos para enfrentar la complejidad social del presente que nos está llevando a una descomposición social. Las iniciativas democráticas que se han impulsado para encausar el pluralismo deben servir para conducir y resolver las contradicciones sociales, económicas y políticas a través del dialogo, la legalidad y tolerancia.
Gran parte de la sociedad se encuentra insatisfecha, agraviada y temerosa por el rumbo que lleva el país en materia económica, de seguridad, salud y por la terquedad del presidente AMLO de seguir confrontando a todo aquel que difiere de su forma de pensar y gobernar. No está en duda la aceptación presidencial de muchos millones de ciudadanos que defienden y califican su gobierno como aceptable. Pero el desgaste de los últimos días afecta los resultados de gobierno y con ello perdemos todos.
Mover a sus seguidores y sujetar todo a esa lucha de conciencias e intereses pulveriza las instituciones y prepara el terreno para las dictaduras. Seis años resultan pocos para transformar una gran nación como la nuestra y querer avanzar con la prisa que lleva el presidente LÓPEZ OBRADOR, esto provoca que haya “soluciones” mal planeadas y peor ejecutadas. Hay que recordar la edad y estado de salud del presidente, quien lleva una agenda cargada de actividades y eso limita su energía y forma de pensar.
En la esencia del proyecto de la 4T debe priorizarse la democracia, la transparencia, la unidad nacional, la libertad y la calidad en los servicios de salud-educación. Los mexicanos no queremos extremismos, choques o acciones violentas. Queremos vivir en armonía, con unidad y trabajo en equipo. Solo falta un buen líder que oriente, convenza y señale el rumbo a seguir.
Atrás deben quedar los gobiernos de privilegios, los que limitan las libertades y los corruptos. La complejidad social de hoy, enfrenta a una generación que vive el presente, que no tiene memoria del pasado, pero que tiene la obligación de impulsar el futuro que desean para ellos y sus hijos. El corte generacional dice poco, pero aun así hay que comprenderlo y analizarlo: hay personas de edad avanzada que a pesar de sus años siguen cometiendo errores y no son el mejor ejemplo a seguir; hay jóvenes frívolos de larguísima cola a los que les gana el afán de riqueza; pero también existen otros que son maduros, educados y de gran responsabilidad social.
Por eso debe existir participación ciudadana para enfrentar juntos los problemas y necesidades que faltan por resolver. Digamos NO a la suma desordenada de acciones o programas de obras sin prioridades que realizan los gobiernos; NO a fáciles e irresponsables promesas de hombres y mujeres que buscan puestos de elección popular. Exijamos una política social profundamente, popular en su alcance y acciones; una real transformación con calidad en todas las actividades que brinda el sector público. Un Estado alejado del paternalismo, eficiente, justo y responsable que ayude en el combate de las desigualdades sociales, utilizando eficientemente los recursos existentes y transparentando su aplicación.