No cabe duda que el mundo pasa por una etapa de grandes convulsiones políticas, económicas y sociales que impactan en todos los sentidos y México no es ajeno a ello. Los mexicanos estamos pasando por graves problemas que se han acumulado en todos los órdenes: los que se viven por la pandemia del Covid-19, los que se arrastran desde mucho tiempo atrás y los que obstaculizan el desarrollo de la democracia y reproducen los más bochornosos grados de desigualdad social.
De todo hay una impresión central: la oportunidad de quedar anclado en el pasado o levantar el vuelo hacia un futuro mejor. Llegó el momento de tomar los mejores ejemplos de otras naciones, actuar y dejar de quejarnos. Como sociedad hemos sorteado las turbulencias de una guerra mundial; hemos luchado por mantener la soberanía política ante nuestros vecinos del norte; por adaptar la economía a las cambiantes condiciones económicas impuestas por centros internacionales de decisión en materia de comercio y finanzas; por integrar al país con grandes obras de infraestructura y cohesionarlo socialmente bajo acuerdos consensuales, así como grandes procesos de paz social y estabilidad política.
En estos períodos de gobiernos, también se han operado profundas mutaciones económicas y tecnológicas que han lastimado a la sociedad y transformado a su vez las relaciones de dominación mundial, generando crisis en las economías nacionales con efectos equiparables a los desatados por las grandes guerras. Se han consolidado las hegemonías a escala planetaria. Y en México esto ha acarreado nuevos grados de dificultad para mantener la soberanía y ha exigido nuevas concepciones de defensa, migración, comercio, seguridad y narcóticos. La pandemia del Covid-19 también sirvió para medir a los gobiernos y a los liderazgos mundiales. En pocas palabras, lo que pasa en el mundo es una invitación a cambiar en todos los sentidos.
A los nuevos condicionamientos externos se han aunado las inoperancias internas existentes en el país. Todo ello ha conducido a una serie de quebrantos con graves consecuencias en el estancamiento productivo, la insuficiencia de la infraestructura económica y social, el empobrecimiento de grandes grupos, la confusión en algunas capas de la sociedad sobre lo que verdaderamente está en juego, el amago a los grandes consensos nacionales, e incluso, ánimos socavados que tienen temor a un futuro no muy claro.
Lamentablemente, en México, la carencia de liderazgos hace que la sociedad de virajes extremistas que nos llevan a chocar en consensos, ideas y rumbo. En el régimen de partidos políticos hay carencia de ideas, se impone la violencia, el chantaje, la amenaza, la corrupción y la democracia sigue siendo una farsa. Los partidos políticos están contaminados y erosionados bajo arreglos obscuros y cupulares. La descompostura los lleva a la pudrición democrática y a luchas encarnizadas por conservar o arrebatar poder sin importar las formas.
Los partidos dejaron de ser un instrumento del ciudadano y se convirtieron en camarillas mafiosas que luchan por lograr grandes prerrogativas económicas y facilidades para otorgar candidaturas de elección popular sin que importe honestidad y capacidad. Los partidos políticos cayeron en la rigidez que ha azolvado el desarrollo político y se encaminan a ser grandes lastres de la sociedad.
Es tiempo de sacar fuerzas y preguntarnos qué papel jugamos como sociedad cuándo se plantean cuestiones democráticas con reivindicaciones para evitar periodos de inestabilidad social, económica y política como en el pasado o ausencias de extrema debilidad de las instituciones o de principios mínimos de legalidad, advirtiendo que las condiciones básicas del desarrollo democrático radican en la estabilidad social, la fortaleza institucional, el marco de la legalidad y el apego a sus normas.
En los ámbitos de desarrollo social, económico y político, Sinaloa también se apunta buscando un mejor destino, tranquilidad en sus calles, calidad de vida y rumbo en las decisiones para frenar los daños causados por el covid-19. Las medidas para protegerse de contagios de la pandemia deben ser científicas y no políticas. Debemos avanzar hacia la modernidad política, con valores indiscutibles de nuestra historia y de los nuevos consensos, algunos de ellos todavía en gestación. Un proyecto sin ataduras reduccionistas al cambio esencial que exige la realidad y en este rol importa mucho la acción y visión del nuevo gobernador RUBÉN ROCHA MOYA, quien comenzará a sumar y restar a partir del próximo primero de noviembre. ¡Bienvenidas todas las ideas propositivas que ayuden a levantar el vuelo!