En los últimos meses se debaten ideas, tendencias e intereses respecto a la forma y estilo de gobernar del presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, lo fácil es entregarse a cualquiera de las dos tendencias juzgando irresponsablemente o aplaudiendo su obra de gobierno sin profundizar en las implicaciones y consecuencias de cada una de ellas. Una se apoya en una gran propaganda publicitaria buscando el predominio a través del discurso oficial, encausado a generar odio por el pasado y corriendo aprisa sin valorar los desastres que se van dejando en el camino. La otra frenando supuestamente el cambio prometido, enajenando la legitimidad que dio la sociedad, desnaturalizándolo y dejándolo a merced del canibalismo político. Abolir la libertad de la cual aún gozamos nos llevaría fatalmente a un régimen de fuerza, a la institucionalización de la violencia, terminando en un desastre de país y gran frustración social. Tampoco es válido que sigamos siendo una sociedad intolerante, violenta, majadera, cómoda y sin educación.
Es precisamente gracias a la libertad que disfrutamos que podemos corroborar la pertinencia de esta afirmación. El tener acceso a Facebook, WhatsApp, twitter y diversos medios de comunicación, nos permite conocer y discutir los acontecimientos internacionales, nacionales y locales. La historia inmediata y la noticia misma revelan las maquinaciones orientadas a socavar los cimientos ideológicos de una población que ha sido gobernada por intereses económicos y políticos, menos sociales. Gobiernos adocenados que siguen alentando la destrucción de nuestros valores, desuniendo y destruyendo lo ya construido.
La única vía que asegura la realización de los designios populares del país es el nacionalismo responsable y congruente, abrevando en la herencia que nos dejaron nuestros antecesores, superando contradicciones y tendencias conservadoras para renovar su impulso y proyectarla hacia el futuro con mejores instrumentos para su cometido.
El presidente LÓPEZ OBRADOR, no es un súper hombre como a veces lo quisiéramos ver, mucho menos es un Dios a quien hay que adorar, tampoco es el mesías al que hay que seguir sin preguntar a donde nos llevará. Es un ser humano como cualquier otro que tiene la encomienda de transformar e impulsar al país a un nuevo destino, y para ello requiere de fortaleza institucional, confianza ciudadana y dejar de soñar, siempre ayudado por sus gobernados.
Una actitud irresponsable es dejarse seducir por espejismos, es hacerle el juego a intereses malsanos y mediocres. Es preciso estar conscientes de que mientras más a fondo se reforma y más rápido se avanza, más virulenta es la reacción, y precisamente México está en proceso de aceleración del cambio. Transformación que para muchos es simplista convertida en fraude de gobierno, que busca apoderarse de las conciencias inexpertas, pobres en lo económico y de voluntades impreparadas.
Ahora le toca al Presidente demostrar en la teoría y en la práctica la validez de la ideología de un gobierno que inició constitucionalmente el día primero de diciembre de 2018 y que generó altas expectativas de gobierno. Es tiempo de exigir los frutos ofrecidos en la campaña política, de otra manera seremos cómplices de malos gobiernos como sucedió en el pasado. No podemos olvidar los seis años del gobierno de ENRIQUE PEÑA NIETO, plagados de ejemplos de complicidad, corrupción, impunidad, carente de imaginación y decisión que lo llevaron al desprestigio y al repudio social.
La pobreza se combate con fuentes de empleo, no repartiendo dinero a manos llenas, violando garantías constitucionales, rifando aviones, combatiendo las falacias del desarrollo económico, ni colgándose del burocratismo. Esto entre otras cosas, ha tenido consecuencias enajenadoras y ha demostrado en la teoría y en la práctica que es muy diferente ser candidato de oposición al gobierno que ser buen gobernante. La Constitución de 1917 dio forma a un Estado obligado a organizar a la Nación para producir orden con justicia y riqueza para distribuirla equitativamente, pero así mismo también está obligado a respetar la libertad.
Por su parte, el movimiento Social de 1910, estableció límites definitivos a la propiedad en aras del interés social y también puso límites a la autoridad para la protección de la autonomía de individuos y grupos. En esa síntesis se fundamenta la vida común, en ella se da la alianza de clases que se mantiene en la medida en que todos los sectores concurran a darle vigencia, día con día, a la formula libertad y justicia, no como conceptos abstractos sino como exigencias reales.
Nuestra revolución dejó mucha sangre derramada por todo el territorio nacional al condenar la acumulación egoísta, pero auspicio la actividad productiva que se tradujo en beneficios tangibles para la comunidad en su conjunto, fue un movimiento contra la dictadura y restableció la libertad dándole por años una nueva dimensión humanista y social. Lamentablemente, la ambición, el poder, el burocratismo, la impunidad, la violencia, la pobreza y la tecnocracia en manos de aventureros políticos derrumbaron los sueños de crecer económicamente y terminar con las desigualdades sociales.
Hoy se nos invita a reconstruir un país con grandes rezagos sociales, con infraestructura rebasada por la modernidad y crecimiento poblacional, contaminado por el crimen organizado, con abrazos y no balazos, con trenes, refinerías, con nuevas leyes que cambian las reglas del juego, un equipo de gobierno que no convence y un presidente que parece que gobierna con ocurrencias.
Se nos invita a seguir una ruta colectiva, misma que no sabemos cómo terminará: si divididos entre chairos y fifís o extraviados de la mano de un líder que le teme a la modernidad y que a veces se refleja como un rey del imperio Azteca.
Es tiempo de mantener un país eficiente, actuante, unido y organizado ante un panorama universal desolador con grandes luchas por el poder, el comercio, las drogas, la economía, el cambio climático y epidemias desbastadoras como las surgidas en China. Sinaloa tampoco se queda al margen de una división política, económica y social que tenemos y que otras veces nos llega de rebote.