Con el nacimiento del gobierno central (federal) se forjó una nación estable por muchos años integrada por tribus indígenas, los jefes guerreros regionales, los generales rebeldes, etc., Todos ellos se diseminaron a lo largo de las montañas, desiertos, ricos valles y distantes regiones del país.
Desde el imperio azteca a la fecha, las provincias se han opuesto, sin lograrlo, al dominio del poder central. Aun cuando la política, las empresas, la cultura, entre otros, se concentran en la capital del país e incluso la imagen del “mexicano típico” es reflejo de la idiosincrasia del chilango. Las diferentes regiones del país han conservado fuertes personalidades independientes, pero también se han formado nuevos cacicazgos políticos. Quizá el federalismo y la autonomía de los Estados y Municipios sólo exista en el nombre oficial del país (Estados Unidos Mexicanos) y en la constitución; la historia, religión, cultura y economía han permitido que una sola nación abrace infinidad de identidades diferentes. La lucha entre centralismo y regionalismo ha sido y será una constante de la historia de México. El centralismo ha dominado política y económicamente al regionalismo donde al presidente de la república se le ve como a un rey.
A finales del siglo XIX dos oaxaqueños, BENITO JUÁREZ y PORFIRIO DÍAZ, iniciaron el proceso de formación del país, y los conceptos de presidente, gobierno y nación se fueron mezclando gradualmente en una columna de estabilidad central, aunque tiempo después el descontento regional contribuyó a que se llevara a cabo una revolución armada contra la desigualdad social imperante.
Posteriormente, en una lucha por el poder CARRANZA, OBREGÓN Y CALLES, controlaron a México de 1915 a 1935 tolerando muy pocos desafíos a su autoridad, utilizando la fuerza del Estado supuestamente para mantener la unidad nacional, sofocando a la oposición, principalmente aquella representada por la provincia.
Desde entonces, el control central se ha perpetuado a través de una gama de instrumentos, donde los gobernadores de los Estados son escogidos por el presidente en turno, y parece que en el 2021 en Sinaloa no será la excepción, a pesar de los grandes recursos gastados en viajes y campañas publicitarias por muchos que se sienten gobernadores de una entidad difícil de gobernar, buscan el dedo oficial que les dé certidumbre y tranquilidad para lograr la joya de la corona con la gubernatura, una alcaldía o diputación.
Gobernar un país como el nuestro, no es tarea fácil, menos cuando su economía no crece, la violencia no desmerece, la pobreza sigue sin detenerse, las instituciones gubernamentales y los responsables de encausarlas no ayudan y el burocratismo estorba. Cada vez nacen nuevas necesidades en servicios públicos, empleos, obras, salud, educación, vivienda, agua potable, etc. y se heredan grandes deudas económicas, pues sus últimos gobernantes han sido un desastre.
A todo esto hay que sumarle la apatía de una sociedad conformista que se lamenta, pero no exige. Solo flota y se deja llevar por la corriente que es impulsada por el poder, “Muerto el Rey, viva el Rey”. Tenemos un país secuestrado por intereses políticos y económicos, por lo que en este nuevo sexenio se juega un nuevo destino.
El Presidente LÓPEZ OBRADOR, se comprometió a generar un gobierno con justicia, austeridad y rumbo. Aún le faltan cerca de cinco años para que pueda cumplir diversos compromisos de campaña electoral, pero es poco tiempo para curar las heridas que va dejando la violencia, la pobreza y la corrupción. Además, los encantos de campañas publicitarias de partidos políticos y aspirantes a puestos de elección popular siguen sin pasar de moda.
“La caminata por la unidad y la paz” convocada el fin de semana pasada por el poeta JAVIER SICILIA y los hermanos JULIÁN Y ALEX LEBARON, fue el primer paso para crear una fuerza ciudadana, que lleva como mensaje el no conformarnos tan solo con votar, sin valorar propuestas y sin exigir cumplimiento a las promesas realizadas. También fue un recordatorio de los 130 mil asesinatos que se dieron en el gobierno del presidente ENRIQUE PEÑA NIETO, mismos que se suman a los 102 mil 850 que vienen de otras administraciones y que junto con los 40 mil desaparecidos y una cantidad aun no contabilizada de inhumaciones ilegales realizadas por el Estado, generan una gran alarma y nos hacen preguntarnos ¿Qué está pasando en México con la sociedad y sus gobiernos? ¿Nos ganó el cinismo o caímos en el valemadrismo?
Como candidato presidencial ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, reconoció la dimensión de la tragedia humanitaria y emergencia nacional que ha vivido el país heredada de las anteriores administraciones, comprometiéndose a hacer de la agenda de la verdad, justicia y paz, una prioridad de su gobierno y crear con ella una sólida política de Estado.
Al tomar posesión del cargo presidencial AMLO, generó esperanza y creo altas expectativas sociales que deben cuidarse. A un año de gobierno, se han registrado 34 mil 582 homicidios y feminicidios, como señal de que en materia de seguridad andamos mal, no se ve la salida de este túnel que sigue siendo mudo testigo de muertes y desaparecidos que se suman a las estadísticas oficiales y en su mayoría terminan en la impunidad y el olvido. México está invadido por el cáncer de la inseguridad, donde se mata con toda impunidad, el cinismo toca las puertas de la sociedad y los valores andan por el suelo.
El reto de la justicia exige garantía de seguridad ciudadana, desde una perspectiva de transformación social en las instituciones, dentro del Estado de Derecho, con reglas claras. El Estado debe de contar con instrumentos eficaces para garantizar la protección de los ciudadanos y el combate frontal a la delincuencia, dentro del orden jurídico. Se deben elevar las penas para delitos graves y perseguir eficaz y oportunamente las denuncias ciudadanas, fortaleciendo los órganos de coerción para detener la acción criminal, misma que parece que no le tiene respeto al gobierno. Tal vez por eso en diversas regiones del país, surgen policías comunitarias sin que
importe que para ello utilicen a niños que son los menos culpables de esta triste realidad.