La elección del 2 de junio pasada dejó muchas lecturas que tendrían que ser analizadas por los partidos políticos, los gobernantes y todo aquel que haya competido por algún puestos de elección popular, y si después de eso aún les quedan dudas, la respuesta se las puede dar la sociedad, misma que ahora debe ocuparse y estar atenta de que se cumplan los compromisos de campaña y se generen buenos gobiernos.
El gobierno de CLAUDIA SHEINBAUM debe ser democrático, un gobierno que escuche todas las voces, que respete la constitución y promueva la inversión. Es imperativo que establezca un gabinete no solo con personas cercanas, sino que tengan la capacidad suficiente y el espíritu de servicio para el puesto que van a desempeñar y sobre todo la convicción de cumplir la misión que les encomienden: el instinto como servidores públicos debe de responder a los escenarios que determinan el rumbo que reclama el país.
CLAUDIA SHEINBAUM puede distinguirse como gobernante y marcar su huella transformadora estableciendo objetivos concretos y una marca y estilo propio de gobernar. Por el momento, la lucha por el poder debe entrar en pausa, sea de izquierda, centro, derecha o partido satélite. Sea cual sea el abismo que separa a unos y otros, debe anteponerse el amor por México.
El futuro de este gran país está en las manos de cada uno de nosotros y de nadie más. El dinero no puede convertirse en el principal instrumento de control social; los campesinos y agricultores deben ser atendidos y darles el lugar que les corresponde en el contexto nacional; es necesario bajar los niveles de violencia e inseguridad si no queremos males mayores; hay que reconocer las fallas de los sistemas de salud y poner orden para elevar su calidad; y qué podemos decir sobre el sistema educativo cuando el discurso oficial choca con la realidad, hay mucho por hacer; el cambio climático quiere ser escuchado y así un sinfín de aspectos que atender. Un cambio de gobierno no solo debe ser un acto protocolario de transferencia de poderes de una persona a otra, sino que debe representar un cambio fundamental basado en valores, con un rumbo bien definido y con el conocimiento de la realidad que se vive. Sin maquillajes, sin dividir y sin imponer voluntades populistas.
México tendrá su primera mujer presidenta en la historia, y también la primera mujer en Norteamérica, las expectativas son muchas. A pesar de tanta politiquería estamos presenciando uno de los cambios más importante en la historia del poder en México. Un cambio donde el presente es muy diferente al pasado, donde deberá existir una visión diferente respecto a las necesidades sociales y lo que nuestro país necesita para desarrollarse. Los retos son muchos: bajar los índices de violencia, reducir la impunidad y el poder de los grupos criminales, priorizar los derechos humanos, acelerar la transición energética en el país, asegurar la vitalidad del comercio y demostrar que México sigue siendo un destino seguro para los inversionistas. Todo esto, y más, bajo relaciones de paz, unión y cordialidad.
Los valores y el trabajo en equipo, ayudan a resolver lo difícil. Pero los grandes goces no pueden obtenerse sin grandes esfuerzos. La posibilidad de grandes logros toca la puerta y estarán sustentados por el talento y trabajo de todos. CLAUDIA SHEINBAUM debe despejar la oscuridad y todas esas dudas que la muestran como una posible “marioneta” del poder, y debe también abrir caminos de libertad política, ser generadora de esperanza, progreso y confianza para su pueblo y para una época tan difícil como la que estamos viviendo.