Por el bien de todos, el próximo presidente o presidenta de México debe ganar la elección constitucional con amplio margen, libre de toda duda de elección de Estado, apartado de intereses de poderes fácticos y consiente que las riendas las tiene el pueblo que con su voto le otorgará un contrato por seis años para que gobierne con responsabilidad y honestidad. Como sociedad debemos dejar de contribuir en las alabanzas inmerecidas, sin irnos a la cargada, exigiendo nuestros derechos y cumpliendo con nuestras obligaciones.
El Congreso Legislativo debe estar a prueba de cualquier señalamiento de corrupción, desligado del crimen organizado e integrado por personas honestas y preparadas que sirvan de contrapeso del poder presidencial.
La elección del 2018 sirvió para derrumbar al PRIAN. Lo que está por venir no lo podemos predecir, pero si estamos seguros que deseamos para México un sistema de gobierno que le permita a sus ciudadanos vivir con bienestar.
Ningún sistema político puede cambiar milagrosamente, los cambios solo se logran con esfuerzo, con conciencia, terquedad, participación, liderazgo y rumbo. El Congreso Legislativo debe ser la asamblea del pueblo, no la del partido en el poder. Nadie debe acaparar el derecho del pueblo a expresarse.
En la elección del 2024 la sociedad tendrá el poder de decidir qué tipo de gobierno quiere; podrán designar representantes populares que sean su voz o elegir mandaderos del presidente de la república o de los gobernadores en turno. También será una gran oportunidad para decirles adiós a algunos presidentes municipales que buscan su reelección sin merecerla.
Debemos ser muy reflexivos para impedir que el país siga siendo víctima de la embriaguez del poder, de guerras de grupos del crimen organizado, de la desigualdad social y del “valemadrismo”. Ningún hombre en el servicio público tiene derecho de utilizar bienes nacionales para obtener beneficios personales, el poder absoluto corrompe, obscurece la inteligencia y genera malos gobiernos.
Para superar los retos del presente y avanzar al futuro se requiere de un Estado democráticamente fuerte, con capacidad de dirección y con posibilidades de generar procesos de participación social que refuercen a la propia sociedad. México necesita de un sector social que organice las actividades informales de la economía sobre bases duraderas de equidad y eficiencia, así como un sector privado con capacidad y disposición de responder a los desafíos que plantea la realidad nacional. Un Estado que asuma su responsabilidad de conducir a México en la difícil situación actual, con la flexibilidad necesaria para enfrentar situaciones inesperadas.
Y como lo escribió el DIP. MANUEL GUILLERMO CHAPMAN MORENO “En esta sociedad si es posible construir con unidad la idea superior y majestuosa del bienestar colectivo y el crecimiento ilimitado del individuo. En México se ha dado una lenta y gradual penetración en sus instituciones por el fenómeno de la democracia, misma que ha sido aprovechada por trapecistas del poder y la llegada de los mediocres al poder, quienes usan su autoridad política para limitar el potencial humano del país afectando seriamente el espíritu del crecimiento político-económico”. Lo dice bien BILLY CHAPMAN, son varias generaciones las que solo han escuchado promesas incumplidas de líderes políticos y sociales, impactando en su esperanza de lograr un mejor país.
Desterremos, de una vez por todas, los desánimos, la desconfianza, la recriminación y la denigración mutua. Hay grandes tareas nacionales y regionales que hemos dejado para después, no podemos perder el tiempo en escaramuzas, hagamos una tregua para trabajar en equipo por el bien de México. Podemos hacerlo, lo hemos hecho antes y debemos hacerlo ahora.