La sucesión presidencial en México ha sido generadora de grandes luchas, confrontaciones, pasiones desbordadas y mucha división. Se han gastado sumas millonarias para lograr un poder que se alcanza al cruzar la banda presidencial en el pecho. La lucha por llegar a palacio nacional también ha derramado sangre, ejemplos el GRAL. ALVARO OBREGÓN, quien fue asesinado al intentar reelegirse; PASCUAL ORTIZ RUBIO después de haber ganado la elección presidencial fue víctima de un atentado que buscaba terminar con su vida; LUIS DONALDO COLOSIO, como candidato presidencial fue cobardemente asesinado en Lomas Taurinas de Tijuana. Aun así la sucesión presidencial genera pasiones, provoca enemistades y pactos que a veces no son muy claros.
Es tan débil nuestra democracia, que de un día para otro se cambian leyes en el poder legislativo, principalmente aquellas que estorben a los fines políticos de quien despacha y ordena desde palacio nacional. Para ejemplos basta un botón: La ley electoral y varios criterios del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que impedían a los servidores públicos hacer proselitismo a favor de la revocación de mandato quedó anulada. Pierde el INE y se viola la democracia.
La consulta popular de revocación de mandato es para el gobierno federal prioridad nacional. Lo que verdaderamente estará en juego no es si se queda o se va el presidente, si no la sucesión presidencial del 2024, toda vez que la consulta popular del 10 de abril servirá como termómetro político para conocer lo que piensa el electorado de su administración, la capacidad de convocatoria presidencial y la estructura que se ha conformado con los programas Bienestar por el territorio nacional. El presidente LÓPEZ OBRADOR no quiere dejar nada al azar, ya que en el 2024 se juega el futuro de la 4T, así como su tranquilidad personal y familiar.
La revocación de mandato obliga al equipo presidencial a obtener buenos resultados en las urnas y para ello requiere contabilizar un mínimo de 20 millones de votos de aceptación, lo cual no es nada fácil. Si no logra esa cantidad se podría estar hablando de un fracaso, aunque para ello ya tienen el argumento perfecto: culpar al INE y así alimentar a la jauría que lleva como objetivo su desaparición.
La sucesión presidencial despierta apetitos de poder en personajes que se sienten con derecho y méritos de ser los herederos del presidente AMLO; partidos políticos y grupos de oposición también hacen sus cuentas y gritan a los cuatro vientos que ganarán la elección presidencial del 2024. El presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, abrió las puertas del establo político de MORENA y aliados, deja correr y observa el tamaño, resistencia y lealtad de sus caballos. En este juego sucesorio nadie tiene asegurada ninguna candidatura y mucho menos el triunfo electoral. No hay que olvidar que en política no hay nada escrito.
México atraviesa un mal momento. Los estragos del Covid-19 en materia de salud, educación y economía han sido devastadores; la violencia y el crimen organizado que son enfrentados con abrazos y no balazos están incontrolables; los desaseos financieros, los conflictos de intereses y la impunidad siguen vigentes; continua el capricho de sacar a toda costa obras emblemáticas como el Tren Maya y la refinería Dos Bocas, como si no existieran otras prioridades; y que decir de la confrontación existente entre el gobierno de la 4T, empresarios, periodistas y sociedad.
Al presidente LÓPEZ OBRADOR se le reconoce como un consumado comunicador político, su fuerza proviene de la estructura electoral que ha sabido conformar en la base social, pero ha descuidado la relación con la clase media que se siente lastimada en su economía y por los altos índices de inseguridad; al sector empresarial, a pesar de ser de un gran apoyo para el Estado, se le ha dejado solo en tiempos donde requiere solidaridad gubernamental.
México necesita un golpe de timón en los tres órdenes de gobierno. Es importante que a los gobernantes no les tiemble la mano al momento de tomar medidas en beneficio de sus gobernados, medidas que pueden ser dolorosas, pero que darán certeza hacia un futuro de progreso y bienestar duradero. No hay que olvidar que la indiferencia, el populismo y la demagogia también matan esperanza y cambian la orientación del voto en las urnas electorales.