Había una chica ciega que se odiaba por ser ciega. Odiaba a todos, excepto a su novio amoroso. Él siempre estaba allí para ella. Un día ella le dijo a su novio, «Si sólo pudiera ver el mundo, me casaría contigo.» Un día, alguien donó un par de ojos para ella.
Cuando por fin retiraron el vendaje de sus ojos, fue capaz de verlo todo, incluyendo a su novio. Él le preguntó: «¿Ahora que ya puedes ver el mundo, quieres casarte conmigo? “ La niña miró a su novio y vio que era ciego. La apariencia de sus párpados cerrados la impresionó. Ella no se lo esperaba así. La idea de mirarlo el resto de su vida así la llevó a negarse a casarse con él.
Su novio la dejó en lágrimas y días más tarde escribió una nota a ella diciendo: «Cuida bien de tus ojos, mi amor, porque antes de ser tuyos, fueron míos.»
Así es como el cerebro humano trabaja a menudo cuando nuestro estatus cambia. Sólo unos pocos recuerdan cómo era la vida antes, y a quienes siempre estuvieron a su lado en las situaciones más dolorosas.
Hoy antes de decir una palabra no amable – Piensa en alguien que no puede hablar.
Antes de que te quejes sobre el sabor de la comida – Piensa en alguien que no tiene nada que comer.
Hoy antes de quejarte de la vida – Piensa en alguien que se fue demasiado pronto al cielo.
Antes de que te quejes de tus hijos – Piensa en alguien que desea hijos, pero es estéril.
Antes de discutir sobre tu casa sucia a alguien por no limpiarla – Piensa en las personas que viven en las calles.
Antes de quejarte por las distancias que manejas – Piensa en alguien que camina la misma distancia con los pies.
Y cuando estés cansado y te quejes de tu trabajo – Piensa en los desempleados, los discapacitados y los que desearían tener tu trabajo.
Pero antes de pensar en señalar con el dedo o condenar a otros – Recuerda que ninguno de nosotros está libre de cometer errores.
Cuando los pensamientos deprimentes quieran derribarte – Pon una sonrisa en la cara porque estás vivo.
«Continúa a pesar de que todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti». Madre Teresa de Calcuta.