Con la experiencia que hemos acumulado los mexicanos en los últimos años, se pudiera pensar que hemos madurado y aprendido para no cometer los mismos errores del pasado. Y que ya quedó atrás el hecho de otorgar cheques en blanco a cualquier gobierno sin distinción de ideologías y colores partidistas.
Si bien es cierto que algunos hemos adquirido cierta prudencia, otros caemos en el fanatismo y el engaño, y tampoco faltan los que señalan, cuestionan y ven todo de color negro. Aun así, estamos dispuestos a abrir las velas al viento. El presidente LÓPEZ OBRADOR navega en un mar de opiniones, entre ángeles, demonios y muchos tiburones.
La elección de Julio del 2018, fue un proceso que marcó el hartazgo social, que supo capitalizar muy bien quien hoy despacha en Palacio Nacional. Tenemos un Presidente que se inspira en MIGUEL HIDALGO, como si con ello pretendiera darnos patria, independencia y libertad; en JOSÉ MARÍA MORELOS Y PAVÓN, buscando en él, su sueño de ser siervo de la Nación; en JUAREZ, al encauzar su energía presidencial para enfrentar la clase conservadora esa, que, saqueó al país bajo programas del neoliberalismo.
También en el emblema utilizado por el gobierno federal se encuentra la figura de FRANCISCO I. MADERO, como recordatorio al “Sufragio Efectivo y no Reelección”. Mientras que LÁZARO CÁRDENAS, es tomado como ejemplo de buen gobierno al llevar a la práctica sus ideales de justicia e igualdad y fue firme como el acero, fomentador de la educación, impulsor de la reforma agraria, protector de organizaciones sindicales y de los pobres, y que también se dio tiempo de nacionalizar los ferrocarriles y la industria petrolera.
Para muchos mexicanos, el presidente LÓPEZ OBRADOR sigue siendo la esperanza de México, al romper las estructuras de un viejo sistema carcomido por la impunidad y la corrupción, donde el poder se transmitía de una mano a otra para que todo siguiera igual. El presidente pasará a la historia por el hecho de haber sido el instrumento que sacudió los cimientos de partidos y gobiernos que no entendieron el grito de inconformidad ciudadana.
Al presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR le toca escribir por seis años en las páginas de la historia de México. Ojala sea una buena historia y no termine como algunos de sus antecesores: LUIS ECHEVERRIA, tuvo como prisión domiciliaria; JOSÉ LÓPEZ PORTILLO, murió abandonado en la Colina del Perro; SALINAS, como un fantasma político que no se ve, pero se siente; VICENTE FOX, buscando legalizar el consumo de mariguana; CALDERÓN defendiéndose en contra de su propia guerra. Mientras que a ENRIQUE PEÑA NIETO, lo persigue la sombra de la corrupción pero no la justicia.
México, no puede estar sujeto a caprichos del poder económico, mucho menos debe ser rehén de intereses políticos o de dirigentes sociales que solo buscan una tajada del pastel sexenal. Las luchas por el poder generadoras de divisiones deben ser cosa del pasado: la lucha por la Independencia, dividió y enfrentó conquistados con conquistadores; en épocas de JUÁREZ, siguió la lucha de conservadores contra liberales; MADERO luchó contra el Gobierno de PORFIRIO DIAZ y nos llevó a la Revolución Mexicana.
Actualmente nuestro país vive uno de los parteaguas definitorios de su historia. En el siglo pasado se pudieron sortear las turbulencias de una guerra mundial; mantener la soberanía política con el grado de dificultad acrecentada por el surgimiento en su línea fronteriza norteña del mayor poder planetario concentrado en la historia en un solo país; adaptar la economía a las cambiantes condiciones impuestas por los centros internacionales de decisión en materia de comercio y finanzas; abrir un largo periodo de crecimiento productivo; integrar al país físicamente con grandes obras de infraestructura y cohesionarlo socialmente bajo acuerdos consensuales, así como asegurar la más prolongada trayectoria de paz social y estabilidad política en la historia nacional y latinoamericana.
Pero también en ese periodo, se operaron profundas mutaciones económicas y tecnológicas que han transformado las relaciones de dominación mundial y han generado crisis en las economías nacionales con efectos equiparables a los desatados por las grandes guerras. Se han consolidado las hegemonías a escala planetaria. Y en México esto ha acarreado nuevos grados de dificultad para mantener la soberanía y comenzar de nuevo en su economía por la crisis que nos va dejando la pandemia del covid-19.
A los nuevos condicionamientos externos se han sumado las inoperancias internas del país. Todo ello ha conducido a una serie de quebrantos con graves consecuencias en el estancamiento productivo, la insuficiencia de la infraestructura económica y social, el empobrecimiento de grandes grupos, y la confusión en algunas capas de la sociedad que aún no entienden lo que verdaderamente está en juego y mucho menos valoran lo que está por venir.
La constitución de 1917 postuló la intervención activa del Estado en la vida social y económica para favorecer a las masas: El Estado representa los intereses de todas las clases de la sociedad, y el interés colectivo es vital para los derechos individuales como instrumentos para que funcione el respeto y la convivencia social.
El compromiso presidencial debe ser de transparencia, regulación, robustecimiento de las estructuras y los procesos de la democracia representativa; así como el enriquecimiento de los mecanismos de diálogo y gestión propios de la democracia, con planeación, visión, tolerancia y transformación de la buena. Por lo pronto el Presidente LÓPEZ OBRADOR, por conducto del SAT, logró la recuperación de millonarios adeudos fiscales que arrastraban empresas como FAMSA, WALMART e IBM. Bien por eso.