La historia de México ha sido una historia de lucha, derramamiento de sangre, sacrificios, terquedad y esfuerzo para salir adelante. Las generaciones que nos antecedieron consagraron su tiempo e incluso su vida para sentar las bases de un país próspero, unido y justo. De ahí que los principios sustenten una validez y una vigencia que debería brindar bienestar y convivencia social pacífica que constituyan uno de nuestros más caros patrimonios. Por décadas se ha buscado el punto de equilibrio que favorezca un crecimiento y desarrollo que garantice justicia, armonía y tranquilidad para todos ¿Por qué permitimos que se nos siga engañando, dividiendo y manipulando?
Lo que pasa actualmente en el país, los grandes contrastes existentes, deben preocuparnos y ocuparnos, ya es tiempo de accionar y salir adelante. El sistema educativo mexicano es deficiente gracias a los grandes rezagos en infraestructura y tecnología, a la existencia de intereses político-económicos en los sindicatos magisteriales y autoridades educativas, así como a la carencia de un presupuesto justo que potencialice su desarrollo. En el pasado, el entonces Presidente ADOLFO DE LA HUERTA y el primer Secretario de Educación JOSÉ VASCONCELOS, realizaron una serie de cambios para mejorar un sector que resentía la carencia de apoyos y democracia ¿de que sirvió su esfuerzo y visión?
¿Dónde quedó la seguridad que nos otorgó nuestra historia, la solidez institucional del Estado mexicano, nuestra unidad cultural y nuestra pluralidad social que fueron sustento de una nueva proyección entre diversos sectores de la sociedad?, ¿acaso también se la robaron?
La revolución mexicana se definió a sí misma como democrática. La coalición de fuerzas sociales que la apoyaron se amalgamó en torno al lema “Sufragio efectivo, no reelección”. Sus demandas originales fueron el restablecimiento del orden constitucional y la vuelta de la justicia. Sin embargo, ni una ni otra han cumplido sus objetivos y seguimos entrampados con la consulta de revocación de mandato.
La democracia electoral sigue incompleta, fracturada y sin ideologías. El ejercicio de la libertad no se da por decreto, sino en condiciones económicas y sociales concretas: porque en la ignorancia, en la marginación y en la pobreza, la expresión de la voluntad popular no es informada, ni libre, ni estable. Por ello, los programas sociales del bienestar ayudan a las familias pero también benefician al partido en el poder en materia político-electoral.
Profundizar la democratización de nuestra vida política supone el respeto irrestricto al sufragio libremente emitido.
Promover el libre voto de los ciudadanos y aceptar sin cortapisas la voluntad de los electores supone que aceptemos que las elecciones deben ganarse convenciendo al pueblo y dando respuesta puntualmente a sus demandas, pero ¿Qué pasa cuando se ganan elecciones bajo amenazas y dando vida a la narco-política?
Nos hablan de autonomía del poder judicial y legislativo, de cumplir cabalmente sus atribuciones plasmadas en el texto constitucional, de pluralidad política en La Cámara de Diputados y Senadores para favorecer una vida parlamentaria más vigorosa en el desarrollo de debates y en la discusión de propuestas, pero deben revisar con cuidado los mecanismos de trabajo en comisiones para con ello afianzar la relación de los señores legisladores con la sociedad que dicen representar ¿serán dignos representantes de la sociedad o son simples mandaderos de las dirigencias de sus partidos y del presidente de la república en turno?
El pacto federal no puede descansar solamente en la voluntad del gobierno federal; requiere un firme compromiso de los gobiernos estatales y municipales para poder impulsarlo. Los mexicanos seguimos a la espera de una descentralización de fondo, no maquillada y si practicada al interior del poder ejecutivo, donde el presidente de la república deje de ser el hombre que decida todo y se convierta en un estadista que impulse el rumbo bajo banderas de unidad, progreso y bienestar de los mexicanos.
La justicia y la seguridad de los ciudadanos es un anhelo que sigue a la espera de respuesta, ya que tenerlas brindaría la certeza de poder transitar por el territorio nacional con libertad y seguridad en su persona, familia y bienes patrimoniales.
La transformación del país es una tarea colectiva. Debemos cambiar para fortalecernos con unidad, trabajo, respeto y armonía; no con rumores, intolerancia o mentándole la m…dre al que se ponga enfrente. Hay que generar conciencia de que la magnitud de nuestro desarrollo, la densidad demográfica, la diversidad de nuestras regiones y sus problemas, constituyen un gran reto para el gobierno y la sociedad. ¿Cuándo llegará el día que la política sirva como instrumento de cordialidad y no como un mal recuerdo que ha frustrado anhelos y matado las esperanzas en México?