No cabe duda que entre más se vive más se aprende y poco sorprende lo que pasa en el oficio tan apasionante de la política. Desde el primer día que muchos levantan la mano en busca de algún puesto de elección popular en el país, todos sin excepción alguna, se dicen iluminados y especialistas en resolver lo que pasa en México en temas de economía, salud, educación, agricultura, pesca, seguridad pública, pobreza, etc. Eso nos lleva a la pregunta: ¿Qué hicieron muchos de ellos como servidores públicos para la solución de dichos problemas?
Cierto que no son los únicos inconformes por lo que pasa en diversos rubros; con ellos hay millones de mexicanos que escuchan en cada proceso electoral que la solución la tienen partidos y candidatos, pero, “a cambio de un mejor mañana” requieren el voto del electorado. Cuántas veces hemos escuchado el mismo ritual en espera de un milagro, de un mecenas reivindicador, justo, responsable y virtuoso ¿Dónde está y cómo se llama?
A partir del 4 de abril del año en curso, seremos testigos de campañas políticas limitadas por el covid-19, salpicadas por hechos de impunidad y corrupción, con el mismo guion del pasado lleno de promesas deslumbrantes y candidatos(as) inflados como pavorreales que al llegar al poder cambian de paso, de amistades y de compromisos.
En Sinaloa, con la designación y registro de candidaturas ante el IEES, surgen temporalmente nuevos ídolos que se comprometerán a dar solución a todo, y ojala así fuera, pero, lamentablemente la realidad es otra. Será un peregrinar de dos meses de campaña donde cada uno de ellos tratará de superar las distancias recorridas, las personas contactadas y las promesas hechas. Algunos no tendrán freno en hablar y mucho menos en prometer.
Se hablará de cacicazgos, de abusos de poder, rapiña, obras suntuosas, calles en mal estado, pésimos servicios públicos, altos precios en energéticos, inflación, desempleo, levantados, fosas clandestinas, bajos precios en la comercialización de los productos del campo y se ofrecerán apoyos para medicamentos, recibos de luz, despensas, láminas y cuartos que ayuden con las inclemencias del clima, etc. Estas campañas electorales también servirán para enfrentar nuestra realidad, la realidad del México indolente y conformista, la realidad del México que permanecía dormido cuando otros muchos países llevan años de lucha por su engrandecimiento.
El proceso electoral del 2018, donde triunfó el presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, tuvo una gran virtud: destapar la coladera para que la fetidez que emanaba del pasado nos hiciera reaccionar y comprender que México no era el edén que nos habían hecho creer los interesados en ocultar la realidad. Tal vez hoy también exista desconfianza y temor por el rumbo que nos está llevando el gobierno de la 4T; tal vez la idea original de lo que sería su gobierno ha defraudado a muchos, pero otros miles siguen confiando en su gobierno.
Lo que sí es un hecho, es que nadie puede imponerse tareas y compromisos de la magnitud que AMLO se las impuso; nadie puede cargar sobre sus espaldas el costal que quiso echarse encima, sobre todo cuando no se tiene plena confianza en los hombres que deberían de ayudarlo a resolver, desenmarañar, escudriñar y comprender todo lo que ocurre o deja de ocurrir en un país tan complejo como el nuestro.
Por todo esto y otras cosas, no podemos hacer juicios temerarios ni adelantarnos en la exposición de lo que pasará al final de la administración federal vigente y de los resultados electorales del 6 de junio. También debemos reconocer que en un sexenio difícilmente se reformará y transformará todo un sistema de vida, de costumbres y conductas sin caer en graves errores como está sucediendo. La tarea del presidente LÓPEZ OBRADOR no es fácil, tampoco es un juego. Pero si reclama de seriedad, unidad y participación de todos.
Muchas de las promesas del entonces candidato LÓPEZ OBRADOR no entrañaban mayor dificultad para realizarse, lo que abrumó era el número y la facilidad con que las prometió, así como la búsqueda de soluciones que también son generadoras de incertidumbre económica, política y social. Por ello se reclama, se exhibe, porque se vive un juego en que se parodia la democracia, y quienes perdieron privilegios y poder buscan retornar a él.
Por lo pronto Sinaloa se prepara para la feria de las promesas, donde el premio de consolación podría ser la frustración de aquellos que llegarán a las alcaldías y al congreso legislativo sin tener capacidad y experiencia para el cargo. En pocas palabras, prometer envilece en la medida en que se olvida lo que se prometió. Pero también preocupan los compromisos, los pactos y los pagos económicos y en especie que tendrán que realizar aquellos que obtengan el triunfo electoral.