Muchos mexicanos consideran la sucesión presidencial como una “ilusión sexenal” donde prevalece la esperanza; para otros carece de importancia; mientras que una minoría se frota las manos esperando conseguir un puesto de elección popular o algún “beneficio” personal en el siguiente sexenio. Aquí no interesa la ideología política, solo importan los intereses que benefician a la camarilla en el poder o a dirigentes partidistas de oposición que buscan seguir viviendo a costa del contribuyente.
También existe un grupo importante de ciudadanos que se han abstenido de votar o de participar en las elecciones, pues piensan que su voto no cambiará nada y que mucho menos influirá en la forma de ejercer el poder. Sin embargo, debemos tener muy claro que todos los votos cuentan y cuentan mucho para diseñar el país que buscamos ser. A todos nos debe interesar el destino de México y tratar de dejar a un lado los intereses de grupos de la oligarquía dominante, sea del pasado o del presente.
Como ciudadanos necesitamos estar conscientes de la verdadera situación del país en materia de seguridad pública. Es necesario que gobierno y sociedad sumen esfuerzos para determinar el futuro, pues si no se corrige el rumbo, México irá directo hacia una catástrofe, ante tantos desaparecidos, fosas clandestinas y asesinatos de alto impacto. La realidad que se vive en materia de seguridad no se puede ignorar y tampoco se puede estar a la espera de un milagro.
Quien encabece el destino de la nación en el próximo sexenio deberá hacer cambios profundos y buscar las mejores estrategias. “Los abrazos por balazos” dejaron mucho que desear. La mayoría queremos vivir en paz, con armonía y una mejor calidad de vida. Pero esto no se logrará con ocurrencias o experimentos trasnochados.
La prevención y el castigo a conductas ilícitas de funcionarios y empleados públicos y privados, debe ser un ejemplo que ayude a cambiar el rostro de la deshonestidad. La gente ya no cree en campañas publicitarias, mucho menos de renovación moral, donde gran parte del presupuesto que se pone a disposición de algunos funcionarios (en los tres niveles de gobierno) termina en los bolsillos de políticos deshonestos.
Para que el pueblo crea en acciones gubernamentales en contra de la corrupción, la próxima administración tendrá que empezar por poner ordenen en sus propios gastos para predicar con el ejemplo. El presidente AMLO prometió gobernar respetando la constitución, sin embargo, se han dado flagrantes violaciones al Estado de Derecho. No ha gobernado con la Constitución, sino que se cambió la Constitución para que pudiera gobernar en forma arbitraria y caprichosa, secundado por algunos diputados, senadores y gobernantes manipulados.
La Constitución del 17 tenía suficientemente claro el límite de la actuación del Estado. Efectuar cambios caprichosos a la Constitución para lograr mayor poder presidencial no se justifica, ello es acercarnos a un totalitarismo. Ojala que quien tome las riendas del país el próximo sexenio, parta de la tesis de no más Estado solamente, sino más sociedad integrada al Estado. La prioridad debe ser el material humano y no leyes que benefician al grupo en el poder.
Actualmente los militares controlan trenes, puertos, aduanas, aeropuertos, son constructores, responsables de la seguridad pública y otros. ¿Qué sigue? En pocas palabras, de hecho y derecho, una minoría gobernante se ha convertido en la dueña del balón y de la cancha, y si alguien quiere jugar debe agachar la cabeza y estar de acuerdo con las reglas y las órdenes “del patrón” o se queda en la banca. Así las cosas.