Como sociedad inteligente, justa y responsable, debemos de impedir que los partidos políticos y gobernantes nos vean como instrumento electoral para ganar elecciones. Rechacemos viejos vicios del pasado y reconozcamos que el camino de la justicia pasa por el de la democracia. La cultura, la educación y la conciencia participativa son los instrumentos para lograr justicia y bienestar ciudadano.
Seguiremos subrayando la necesidad de la participación ciudadana para enfrentar el reto de la justicia. Es necesario vigilar que los recursos públicos se administren de manera transparente, organizada y honesta. De hacerlo tendremos gobiernos más justos y eficientes. La sociedad debe reclamar su lugar y participación por razones de democracia. Un Estado paternalista, de bienestar corporativo, nulifica a largo plazo la organización y participación ciudadana, además genera una población perezosa, desmotivada y mediocre.
Nuestros gobernantes deben de entender que las soluciones a los problemas de hoy no se realizan con las formulas corporativas de ayer, sino con la promoción de la democracia participativa que exige y que debe practicar la población mexicana día con día. Es tiempo de hacer conciencia, de pensar en el mañana y decir NO a la suma desordenada de demandas sin prioridades; NO al fácil halago que dice si a todo, pero no dice cómo ni cuándo. En síntesis, NO a la tentación populista, NO a los payasos de la política, No al arribismo del político que brinca de un partido a otro, No a la corrupción y no a todo aquel que como servidor público incumpla con sus promesas de campaña.
Rechacemos por igual a quienes erigen al mercado como igualador social automático; a quienes proponen resignación a las mayorías y retrocesos a la nación. Exijamos como sociedad progreso material, mejor educación, salud, alimentación, empleo mejor remunerado, espacios de recreación, un sano medio ambiente y seguridad.
Desterremos de una vez por todo el desánimo, la desconfianza, la recriminación y la denigración mutua, ya basta de la manipulación política, de usarnos como carne de cañón electoral donde se vota, sin saber a quién se elige. Los problemas a enfrentar son muchos como para perder el tiempo en escaramuzas o circos electorales.
Es preocupante lo que se vive en torno a ideologías trasnochadas de dirigentes partidistas que van en alianzas y pactos sin ser garantía de buen gobierno, con ello pierde rumbo la política social, existe ausencia de liderazgos fuertes, justos y responsables, mientras que los oportunistas o trapecistas del poder crecen como hierbas silvestres en busca del oxígeno que dan los recursos públicos.
México vive dividido en tres comunidades que se complementan y se contradicen: los que apoyan el proyecto transformador que encabeza el presidente LÓPEZ OBRADOR; los que están en contra de un proyecto de nación que no les convence, que huele al pasado y no garantiza el sufragio efectivo. Y los que se alejan de la vida pública, flotan y no votan. Hay que matizar las diferencias brutales entre el México participativo y moderno y el México conformista tradicional. Las diferencias son tremendas.
La actitud gubernamental no es clara en materia política. Hay la impresión de que tanto dentro del gobierno como de MORENA, hay una fuertísima lucha de tendencias por lograr la candidatura presidencial, sin que importe si el candidato será buen gobernante. Otros entienden la necesidad de cambios sustanciales en las relaciones de poder que rigen al país, también hay una tendencia arcaica que busca quedarse plantada en el manejo irresponsable del poder, sin tomar en cuenta al titular de ese poder, que es el pueblo soberano.
En Sinaloa, las cosas no pintan mejor ¿qué hechos tangibles y comprobables se tendrían que generar para demostrar que se está dando un cambio efectivo y no maquillado? Sinaloa requiere solucionar de manera racional, responsable y pacífica sus muy complejos problemas socioeconómicos, y mejorar su democracia y ejercicio del poder.