Con la llegada de los españoles al continente americano, los aborígenes fueron atacados por un sinfín de enfermedades desconocidas que contribuyeron a disminuir el número de habitantes de un país conquistado como el nuestro. Quienes lograron sobrevivir a epidemias como la viruela, el sarampión, la sífilis, entre muchas más, fortalecieron su espíritu y ayudaron a soportaron otras enfermedades. En 1918 los golpeó despiadadamente la influenza, considerada como una de las peores enfermedades que ha padecido el mundo, sin contar la actual pandemia de covid-19 que tanto nos está afectando.
En México existen otras epidemias, que se arrastran desde hace muchos años y que solo podrían curarse con vacunas de moralidad y la aplicación de la ley. No con discursos, ni promesas o buenas intenciones: la corrupción, la impunidad, la pobreza, la mala política y la inseguridad pública son pandemias que siguen haciendo mucho daño, y a pesar de que se han invertido sumas millonarias en recursos públicos y privados para combatirlas, no han podido erradicarse.
La sociedad no puede quedarse callada cuando ve que el país está siendo talado, y el territorio nacional está en proceso de erosión, la contaminación y el cambio climático son una realidad que no se puede ignorar. Cuando las calles son inseguras y controladas por la delincuencia organizada. Parte de la política también está en crisis por falta de valores, no existen líderes que tengan visión de Estado y que se comprometan moralmente con el tipo de país que quieren para sus hijos y para ellos mismos.
Los partidos políticos (de todos colores e ideologías) viven un gran espejismo. Los dirigentes y propietarios de sus franquicias no tienen claro para qué sirve el poder ¿para servir o para servirse?, sin embargo, logran puestos, postulaciones y altos sueldos, cambian de paso, sin que importe si usan el trapecio como deporte para brincar con facilidad de un partido a otro, hay ausencia de moral y honestidad.
Aunque también hay que reconocer que existen ciudadanos, hombres y mujeres, a los que les incomoda el abuso del poder y levantan la voz para decirlo. En estas elecciones, los ciudadanos tenemos la obligación de escuchar los distintos puntos de vista y saber distinguir quien es quien en política. Y para ello hay que preguntarnos ¿Qué esperamos de los partidos políticos?
México sigue viviendo grandes espectáculos políticos, en los cuales no se llega a nada. La sociedad sigue atrapada entre los intereses del pasado y los del presente, sin que partidos políticos, gobierno y sociedad, logren acuerdos para solucionar los diversos problemas que se están volviendo insostenibles para la convivencia social. Es tiempo de formar alianzas y encontrar la forma de avanzar y no quedarnos estancados.
No es posible que sigamos viviendo en dos tipos de cultura: una autoritaria y otra del simplismo democrático. La oposición no ha podido captar a este nuevo ciudadano que ya no cree en las explicaciones supra generacionales, históricas y demagógicas con populismo, que justifican el atropello al ciudadano, sus instituciones y castran la confianza. Hay ciudadanos que quieren democracia, no simulación de ella.
El ciudadano quiere democracia en su casa, en la calle, en el trabajo y en la vida diaria como parte de una nueva cultura. Sin embargo, la falta de una verdadera educación también nos lleva a comprender las grandes razones del Estado mexicano para cometer infinidad de atropellos. Hoy la gente está hambrienta de defender sus derechos políticos. El corte tajante de decir que el PRI, PAN y aliados es símbolo de autoritarismo y corrupción.
El corte generacional dice poco: hay personas de edad avanzada que son demócratas en su convicción más íntima y hay personas jóvenes que son dinosaurios de largas colas. El autoritismo divide a la sociedad mexicana, incluso hasta a las familias. El autoritismo también se anida en los hogares, en la educación, en las calles, en nuestra actuación cotidiana, en todas partes. No es fácil desterrarlo cuando hay silencio, cuando los problemas no se exponen y se sigue agachando la cabeza como si nada pasara.
En la actividad política debe haber ideas, oficio y prudencia, pero también muchos valores. En pocas palabras, todo aquel que busca un puesto de elección popular está en su derecho de votar y ser votado, pero no debe olvidar que primero hay que verse en el espejo, ponerse en la báscula de la realidad para medir su peso y no hacer el ridículo ante los demás.