Las situaciones o problemas que acompañan a todo cambio histórico por lo general no son entendidos por la sociedad. En este tipo de cuestiones se impone el rumor, la especulación, la publicidad, la compra de conciencias y surgen los “expertos” que todo lo saben y si no lo inventan.
En México, el subdesarrollo político, la pobreza, la indolencia social, la manipulación gubernamental, etc. generan verdades a medias, intolerancia y a la vez pasión. La clase gobernante actual se dice diferente a los del pasado, sin embargo, la realidad demuestra lo contrario y una gran parte de la sociedad califica al gobierno de la 4T como ambicioso, rencoroso, manipulador e interesado en mantenerse en el poder.
¡Qué fácil es justificarse culpando al pasado de todo lo malo que acontece en el país sin poder resolver lo que tanto se prometió!, ¿Dónde está la voluntad y la aplicación de la ley con justicia social? La sociedad sigue dividida y convulsionada por el desastre de país que dejaron los gobiernos del PRIAN, pero también preocupada por la actuación de la 4T. Bajo estos argumentos es difícil callar, aguantar o permitir que los gobiernos sigan haciendo lo que se les viene en gana, sobre todo cuando se comprometieron a “no mentir, no robar y no traicionar”.
MORENA sigue ganando posiciones electorales en forma espectacular, incluso con candidatos que en muchos casos arrastran desprestigio social y carecen de experiencia y capacidad. Siguen sin entender que México requiere ser gobernado bajo banderas de modernidad política, seguridad, unidad, honestidad, austeridad y rendición de cuentas.
Las desigualdades en los ingresos y en la riqueza son agudas. La concentración del ingreso, aun desde la óptica de las estadísticas oficiales, se ha ido incrementándose en lugar de disminuir. Lo que pasa en la frontera norte y sur por las presiones de migración generan inestabilidad social, impactando en lo político y poniendo en riesgo la seguridad nacional. La dominación económica conformada por grandes monopolios privados sigue siendo bonificada con el paternalismo que da el Estado. Mientras que en materia de seguridad, a pesar de las cuentas alegres, crece la percepción de mala percepción de la población.
Nuestro actual Presidente es quien signa el rumbo de la política económica y social del país, es vocero de su gobierno, su propio operador político, presidente de MORENA y el gran elector que no escucha ni entiende de modernidad y que desconoce o parece desconocer la realidad que vive el país. En pocas palabras, el presidente está convertido en el tlatoani (nombre que le dieron los Aztecas a su gran soberano) cuyo significado en Náhuatl es “el que habla”, aquel que tiene el poder en el arte de hablar, manipular y en muchos casos engañar. Ese que ordena y tiene la última palabra para designar a quien será el próximo monarca.
El Presidente LÓPEZ OBRADOR sigue arrastrando una carga muy pesada, como es gobernar una nación en proceso de transformación. Promete y dice defender los principios de la 4T, rinde culto a héroes como HIDALGO, MORELOS, JUÁREZ, MADERO Y CÁRDENAS. Manifiesta que su principal deber es cobijar a los más pobres, sin embargo, descobija a las clases medias y a Estados como Sinaloa que tienen que luchar contra la carestía, contra la inseguridad pública y que fueron casi obligados a perdonar los saqueos de ex servidores públicos que se adueñaron de terrenos en el Proyecto Urbano Tres Ríos en Culiacán, del Ingenio Azucarero en los Mochis y valiosos predios urbanos de Mazatlán, así como graves “arañazos” económicos en la construcción de teatros, CUM, Juntas de Agua Potable, sector salud, penales, etc.
Los sinaloenses han realizado grandes esfuerzos en busca de bienestar, armonía y paz, pero, aun así, no se avanza al ritmo que se quisiera y esto genera una especie de pesimismo. Los problemas que se heredan de un gobierno a otro se acumulan a las nuevas necesidades y no hay recursos suficientes, mucho menos voluntad, para resolverlos.
El congreso del Estado, sigue bajo el control del poder ejecutivo, mientras que el Supremo Tribunal de Justicia y los alcaldes son empleados del gobernante en turno. Es como un ropaje que no altera el carácter monárquico de un virrey que rinde tributo al rey.
Se dice que Sinaloa es una entidad libre y soberana, cuando en la realidad es un Estado altamente centralizado y dispuesto a obedecer los mandatos que vienen de Palacio Nacional. En tanto que los partidos de oposición y contrapesos al poder se encuentran pulverizados y tratando de ganarse la voluntad del gobernante en turno para seguir recibiendo sus favores.