México quiere ser fiel a su proyecto histórico: buscar un nacionalismo que impulse al desarrollo y bienestar de todos con justicia y unidad, determinado por su propio desarrollo cultural, sus condiciones internas, su valoración concreta a la realidad que nos es común a todos y que debe convertirse en una alianza de clases con un objetivo específico como es el cambio social con libertad, responsabilidad y progreso económico soberano y distributivo. No queremos un cambio irresponsable, mucho menos si el cambio prometido es de reversa.
Seguimos divididos en lo político, en lo social y económico. Una gran parte de la población sigue los llamados del presidente LÓPEZ OBRADOR, quien dice luchar contra conservadores y neoliberales e invita a transformar la Nación y acabar con las desigualdades sociales, aunque existen muchas dudas en cómo lo hará, si sólo nos utilizará o en verdad podrá lograr los objetivos propuestos.
Otra gran parte de la sociedad se muestra preocupada por el presente y futuro de México. Los que perdieron algunos privilegios que otorga el poder, también aportan su parte para cuestionar y señalar. El Presidente de la República, debería ser árbitro y punto de equilibrio en entre unos y otros. Pero por el contrario divide, confronta y toma partido. Como si el futuro de México dependiera solamente de él y de nadie más.
Sabemos que la solución de nuestros problemas es asunto de todos. El presidente LÓPEZ OBRADOR, debe comportarse como líder de un país en crisis y no como un hombre revoltoso, vengativo y altanero que decide quienes son los buenos y quienes son los malos.
Ante la diversidad de problemas existentes, a gobernantes y gobernados aun no nos cae el veinte de que la división actual no ayuda en nada y si perjudica mucho a un país con graves problemas en materia laboral, económica, seguridad, salud, educación, etc. Formamos parte de un México carcomido por la corrupción, la impunidad y el narcotráfico.
Cualquier gobierno sin importar color, está expuesto al desgaste político, a generar distanciamiento y malestar social. Hay formas de mantener el poder cuando se es justo, cuidando los equilibrios en entre sectores que se gobiernan, escuchando y teniendo colaboradores de primera y no de tercera como se refleja en la actualidad.
Cuando existe perversidad del gobernante, este utiliza la división de la sociedad para vencer y confundir en lo electoral. Actualmente el sector privado se prepara y planea el futuro bajo escenarios de desconfianza, golpeados en lo económico, en lo político y endeudados. Las protestas civiles por promesas incumplidas aumentan; los anarquistas no dan tregua con pintas y saqueos; la actividad industrial, la manufactura, el turismo, la construcción, entre otras actividades, están pasando por duros momentos. Un bache muy profundo que invita a la reflexión, al trabajo y a la participación de todos.
JOSE ANGEL GURRIA, Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) advirtió que “ante la pandemia del covid-19 estamos en una coyuntura difícil, particularmente América Latina y el Caribe, mismos que están en problemas por la desaceleración económica, bajo crecimiento, problemas de gobernanza y corrupción”. Y ante esto último, recomendó que “no hay países genéricamente más honrados que otros, lo que se tiene que hacer es mejorar los controles y sistemas para combatirla”. Instituciones y organismos que solo han servido de adorno para manipular y engañar con un supuesto combate a la corrupción.
El presidente LÓPEZ OBRADOR, se ha comprometido a no dar tregua a la corrupción, por lo que manifestó que prefiere tener funcionarios con 90% de honestidad y el 10% de experiencia. Tal vez por ello vemos diputados y funcionarios como floreros sin mucho que aportar, mientras que gran parte de la sociedad se siente huérfana de gobierno.
Sin duda que al presidente ANDRÉS MANUEL, le ha tocado gobernar en tiempos históricos y complicados. Está obligado a conducir cambios de fondo no maquillados, evitando el exacerbamiento de los conflictos, la intolerancia y el uso del poder para dividir. La urgencia de transformar a México, la debe marcar el pueblo a quien gobierna, sin confusiones interesadas, y con el ánimo de crear una nueva cultura política.
El llamado de justicia, debe ser el imperativo social que nació junto con México y tejió la fraternidad de todos. Este sentimiento de Nación debe ser la amalgama, el cemento que nos debe unir como mexicanos. El reto de la justicia es sostener sin ambigüedades permanentes, un ataque frontal a la pobreza; garantizar la seguridad personal, familiar e institucional en la vida diaria de todos nosotros; enfrentar racionalmente como gobierno el compromiso de generar bienestar al pueblo que se gobierna, de lo contrario sólo es manipulación y demagogia pura.
El presidente de la República, debe ser quien ponga los cimientos y geste el nacimiento de una nueva generación de mexicanos más solidarios, más fortalecidos y responsables. El México de hoy vive uno de los parteaguas definitorios de su historia. “Reculamos, nos estancamos o avanzamos”, no hay más. Como nación hemos tenido rasgos positivos, pero también hemos sufrido invasiones y mutaciones territoriales, así como crisis económicas que nos dañan y lastiman. Aunque también se han logrado épocas de bonanza y tranquilidad.
La clase política debe entender que los puestos públicos son transitorios, circunstanciales y no constitutivos. Las responsabilidades públicas no deben aceptarse cuando no hay capacidad, honestidad ni interés de servir. En la actualidad se equivoca aquel que toma el servicio público como pretexto para satisfacer sus necesidades económicas personales o de grupo. Es tiempo de que la sociedad valoremos todos estos criterios al momento de emitir nuestro voto. La historia no perdona.