Paso a paso, conforme la complejidad social lo fue demandando, en nuestro país se fueron tomando iniciativas democráticas y se fue reafirmando el pluralismo y la equidad de género, no solo como reconocimiento de un hecho, sino como la forma positiva para conducir y resolver las contradicciones sociales.
Gradualmente los gobiernos y la participación nacional han venido creando la legalidad apropiada para la formación de partidos y la organización electoral. Pero esto también ha permitido grandes vicios que han dado al traste con la democracia y la rendición de cuentas. Hoy en día, los partidos y las organizaciones políticas se han convertido en lucrativos negocios de grupos de incondicionales y familiares. Sus presupuestos son tentadores y deciden candidaturas a puestos de elección popular de acuerdo a intereses económicos que los beneficien.
En la actualidad, ningún partido político tiene la solvencia moral que pregona en su publicidad. Para ganar la gubernatura se requieren propuestas y honestidad de parte de los candidatos, así como lograr alrededor de 560 mil votos. En este sentido Mazatlán tendría que aportar 115 mil votos al triunfador por la gubernatura, pero ahorita está convertido en un polvorín político; Culiacán es disputado por los grupos que se han beneficiado de los recursos públicos, de los contratos de obra y adquisiciones con sobreprecios. Y para ganar la gubernatura necesitan cosechar 165 mil votos, y muchos de los aspirantes a gobernar la capital, traen grandes manchas que obscurecen su honestidad.
El municipio de Ahome (lugar de vacas sagradas en lo político y empresarial) es uno de los más politizados de la entidad. Lugar de origen de 4 ex gobernadores: ALFREDO VALDEZ MONTOYA, ALFONSO G. CALDERÓN, FRANCISCO LABASTIDA Y MARIO LÓPEZ VALDEZ, los dos últimos han dejado herencias políticas, que se disputan la plaza electoral, no para servir, sino para servirse. Para lograr la gubernatura MARIO ZAMORA o RUBÉN ROCHA, tendrán que convencer a 100 mil electores. Sin olvidar que en Ahome, se registran odios políticos que no se olvidan.
Sinaloa, dividido como el país mismo, reproduce con especial crudeza la confrontación de ideologías e intereses que luchan por la gubernatura, diputaciones federales, locales y ayuntamientos. Con campañas electorales que en lugar de proponer, confunden a la sociedad entre promesas de candidatos, publicidad en redes sociales y boletines de prensa colocados como noticia.
Sinaloa registra hechos históricos que hay que tomar como ejemplos de unidad y solidaridad, la célebre batalla de San Pedro, es una de ellas, donde el ejército mexicano comandado por el Coronel ANTONIO ROSALES, derrotó al ejército francés dirigido por el General GAZIELLE en 1864. En la actualidad se lucha por la revolución social, en contra de la apatía ciudadana, de la mediocridad política, por la unidad y por el voto participativo y reflexionado.
A lo largo de nuestra historia los sinaloenses hemos conformado una concepción de la democracia que ha sido capaz de recoger valores universales de justicia y libertad, que se han adaptado a las condiciones culturales y materiales de nuestra sociedad. La proclama de HIDALGO y los sentimientos de la Nación de MORELOS, siguen vigentes a la espera de ser practicados y de que hagan eco en las nuevas generaciones.
Construir el Estado mexicano llevó casi un siglo de debate con las palabras y también con las armas. Nuestra identidad como nación no se obtuvo de manera gratuita y fue difícil labrar los consensos de las reglas y los principios básicos de convivencia social, que han permitido convertir la guerra en política y transitar de la intransigencia al pluralismo.
La Reforma significó la consolidación del Estado nacional y su integridad territorial. Propuso el equilibrio entre respeto a la libertad individual y la necesidad de fortalecer la autoridad del Estado para poder combatir privilegios. El dilema estaba en construir un régimen de limitaciones constitucionales a la autoridad, en una situación en la cual las instituciones políticas eran débiles. Fue una batalla crucial contra el autoritismo y a favor de la libertad y la soberanía.
Nuestro siglo de liberal nos propuso valores irrenunciables: la idea de soberanía popular; una forma de gobierno republicana, representativa y popular; la división de poderes como control de los actos de gobierno y garantía del ejercicio de la libertad. Pero propuso también claridad inusitada, que la libertad no solo requiere impedir a la autoridad obstaculizar y negar su ejercicio, sino mostrar la fuerza de la participación en las causas de la Nación. Los liberales fueron respondiendo a la realidad del país, reconocieron que, sin condiciones educativas y desarrollo material, la libertad era un mero postulado normativo, juego entre notables, pero no realidad cotidiana del pueblo a quien se gobierna.
El siglo XX se definió a sí mismo como democrático. La coalición de fuerzas sociales que lo apoyó se amalgamó en torno al lema “sufragio efectivo, no reelección”. Sus demandas originales fueron el restablecimiento del orden constitucional y la vuelta a la justicia. Fue un movimiento opuesto a la dictadura, al latifundismo, al militarismo, a la arbitrariedad y a la injusticia. Su triunfo se selló en La Constitución que rige desde el 5 de febrero de 1917 ¿Qué nos ha pasado como sociedad y gobierno?