El Estado de Sinaloa, es único en cuanto a recursos naturales se refiere. Es ejemplo por su obra hidráulica, hospitalidad, gastronomía, costas, ricos valles, vías de comunicación y grandes empresarios que han trascendido más allá de sus fronteras. Lamentablemente, la entidad también tiene puntos en contra que desmerecen y nos afectan, como ser la cuna del narcotráfico,
impunidad a flor de piel, violencia y el covid-19 que está dejando grandes cicatrices. Pese a esto, el discurso oficial retumba en nuestros oídos diciendo que todo está bien. La sociedad reclama atención y mejores resultados de gobierno, no manipulación ni cifras maquilladas.
Sería absurdo negar los importantes avances que ha tenido el Estado: la demanda de educación primaria está cubierta en su totalidad, la educación media y superior es atendida por universidades públicas y privadas (pero se requiere calidad y no cantidad de profesionistas que no encuentran empleo porque se les exige experiencia laboral siendo recién egresados); los sistemas de salud públicos entre reclamos, quejas, carencia de medicamentos y desatenciones son un respiro para una sociedad sedienta de servicios de calidad; mientras que farmacias, clínicas y hospitales privados hacen lo que se les da la gana en cuanto a precios y atención.
En materia de Seguridad Publica se nos dice que vamos bien, que los crímenes de alto impacto han disminuido, pero la percepción ciudadana dice lo contrario. Los levantones siguen a la orden del día, la delincuencia organizada forma parte de la convivencia diaria y controla parte del Estado e infunde temor en una sociedad castrada, a veces cínica y solapadora. El discurso oficial choca con la realidad. Por norma, a la clase política de nuestro país le gusta manipular números e información, se nos habla de buenos resultados de gobierno cuando se está en el poder y la ineptitud se cubre con justificaciones. Sin embargo, al término de cada administración la realidad queda al desnudo y ni pagando miles de pesos en publicidad o en boletines de prensa amañados se puede ocultar lo evidente.
Se nos dice que Sinaloa es uno de los 5 Estados del país que redujo su deuda en casi mil 400 millones de pesos en lo que va de la presente administración. El próximo gobierno heredará una deuda de 6 mil 200 millones de pesos. Ahora hay que esperar para ver si no hay sorpresas de deudas ocultas o desviaciones de recursos, ya que vivimos en un sistema político donde “muerto el rey, viva el rey”.
El INEGI coloca a Sinaloa entre las 5 entidades del país que han tenido mayor crecimiento económico y por ende reducción de pobreza (CONEVAL). Esto nos habla de una historia de rezagos y contrastes que se viven en un Estado como el nuestro donde de hambre no vamos a morir, pero si hay carencia de empleos mejor remunerados y servicios e infraestructura de mala calidad que se hereda de un gobierno a otro.
En la ciudad y en el campo el tejido social tiene síntomas de cáncer, requiere cirugía mayor y no aspirinas. Hay descomposición en el seno familiar, los jóvenes se convierten en carne de cañón del crimen organizado; el mercantilismo se impone sobre los valores morales y los desaparecidos se convierten en meras estadísticas de impunidad.
Las condiciones de vida se han demeritado como resultado de malos gobiernos, crisis económicas y de valores, carencia de liderazgos y obras de relumbrón que se llevan miles de millones de recursos públicos de inversión.
En Sinaloa se anuncia el retorno a clases presenciales y el gobernador, QUIRINO ORDAZ COPPEL, nos dice que “no existen recursos del Estado para poner en forma todas las escuelas dañadas que requieren rehabilitación y limpieza”. Por otra parte, los once partidos políticos existentes en la entidad reciben cada mes 11 millones 50 mil 903 pesos de ministraciones del Estado como financiamiento público que se otorgan por ley para actividades específicas, tras concluir la jornada electoral de junio pasado. En pocas palabras, vivimos una democracia muy cara, pobre en resultados y con partidos secuestrados por grupos de poder político y económico. Sin duda sigue
vigente la manipulación política que crece como las hiervas ante “el valemadrismo” de la sociedad.