A primera vista parece que a través del esfuerzo de todos los mexicanos se busca sacar adelante al país, sin embargo, al realizar un análisis profundo y objetivo, nos damos cuenta que no todos están dispuestos a asumir responsabilidades como buenos ciudadanos. La carga y la lucha por el cambio recae en un tercio de la población, mientras que muchos añoran tiempos pasados y otros solo flotan mostrando apatía por la cosa pública.
Un gran número de mexicanos solo se preocupa por vivir el presente sin pensar en el futuro que tarde o temprano nos alcanzará. Se impone el mercantilismo, socializamos con personajes de la delincuencia organizada, nos deslumbra la riqueza mal habida y nuestros valores se derrumban en la nada. Opinamos sin valorar el contenido del mensaje recibido, desnudamos vidas privadas, y aun así estamos como si no pasara nada.
Los funcionarios públicos han confundido el interés de los gobernantes con el interés del país. Los tres últimos gobiernos han actuado en contra del interés general. La prevención, corrupción y castigo de conductas ilícitas siempre ha sido tema de campañas electorales pero seguimos viviendo en la impunidad. Corrimos al garete y desviándonos de la ruta trazada.
La planeación democrática debe fijar objetivos nacionales, estrategias de desarrollo, programas, acciones y resultados. El Gobierno del Presidente, LÓPEZ OBRADOR, debe planear con visión de largo plazo coordinando esfuerzos del sector privado y social, aprendiendo de las experiencias del pasado. No podemos negar que en los gobiernos anteriores se cometieron muchos errores, pero también hubo buenos resultados que pueden ser un ejemplo. Indudablemente SALINAS, ZEDILLO, FOX, CALDERÓN y PEÑA NIETO deben ser historias del pasado, por ello es recomendable darle vuelta a la página.
El progreso no significa trabajar más, sino que una gran mayoría viva mejor. El empleo solo se justifica cuando dicho esfuerzo se traduce en una producción aprovechable por los demás miembros de una sociedad. Muchas veces el gobierno crea cientos de empleos improductivos que se convierten en una carga social. Sindicatos como el petrolero o el de la CFE altos salarios, y atención médica de calidad, cuando el mexicano común y corriente no cuenta con empleo y mucho menos puede solventar requerimientos básicos de salud.
Se realizan obras faraónicas donde los montos a invertir son selectivos, millonarios y contrastantes con otras obras de mayor prioridad principalmente en materia de salud, educación, drenaje, alumbrado público, agua potable, deporte, investigación y cultura. A las que generalmente se apoya con migajas económicas, dándoles solo una “manita de gato” y se dejan como lastres a las nuevas administraciones bajo el pretexto de la falta de disponibilidad de presupuesto público.
Desgraciadamente, junto a los teóricos buenos deseos de nuestros gobiernos, la historia, la experiencia y los ejemplos nos enseñan que todo aquel sector que ha pasado a ser manejado por el gobierno se ha convertido en un lastre y una fuente de corrupción para el pueblo de México. Si hay alguna duda habría que consultar a EMILIO LOZOYA y valorar lo que ha pasado con PEMEX, CFE, juntas de Agua potable en Sinaloa, etc.
En sexenios pasados se nos habló de un crecimiento récord en la economía, de la creación de millones de nuevos empleos y calidad en los servicios de salud, sin embargo, los resultados fueron muy diferentes. El supuesto crecimiento no ayudó a disminuir la pobreza, mucho menos a generar los empleos que requerían el país y los sistemas de salud (lamentablemente muchos de ellos parecen de países del tercer mundo).
Las previsiones y expectativas de la economía se alejaron de la realidad, aun así ahí vamos de nuevo enfrentando la pandemia del covid-19 y cargando lastres del pasado. El Estado debe hacer planes para organizar el gobierno y mantener un clima de orden, libertad, justicia y seguridad que garantice el desarrollo armónico de la población en general. Una de las principales preocupaciones e interrogantes de un gran número de mexicanos en estos momentos es ¿Cuándo mejorará la economía? ¿Cuándo regresaremos a la normalidad por el covid- 19? ¿Qué pasará con la impunidad y la violencia que impera en el país? ¿Lograremos educación de primer mundo como se nos prometió? Todo efecto proviene de una causa. No se puede detener el efecto si no se ataca la causa. Tres
años le quedan al presidente LÓPEZ OBRADOR para atacar las causas que han dañado al país y a sus instituciones. En pocas palabras tenemos prisa por lograr un México mejor.